Monday, August 30

que no quede ni uno

Comprobado: la depilación es una tortura. Lenta, dolorosa y con grandes momentos de tensión y sudores, se ha convertido en una de las rutinas que más aborrezco.

La naturaleza genética me ha dotado de una capa aislante de temperatura y protectora de insolaciones que cubre gran parte de mi cuerpo. La teoría de que los pelos que se van cayendo de mi cabeza sobre los hombros, enraízan y se acomodan en la parte alta de mi espalda gana fuerza con el paso del tiempo.

Esos pelitos débiles y cansados de ser peinados, engominados, y recortados cada 3,5 semanas exactamente, se sienten cómodos entre mi omoplatos y allí se hacen fuertes, como los niños en el barco de Chanquete, y hace tiempo que comenzaron a formar una colonia ciertamente molesta y altamente antiestética.

Salvo una ocasión en que me depilé los brazos, nunca he dado importancia al resto de pelos que adornan mi anatomía. Piernas (sorprendentemente pocos) y pecho (exagerandamente muchos) son zonas vírgenes a la cera, la espuma depilatoria y la silk-epil. A mis amigos les llama la atención que ellos, casi totalmente lampiños, tengan pelos en el culo y yo no, seguramente porque allí el aire es menos salubre que sobre los hombros, pero aún así se defienden:"Digan lo que digan, los pelos del culo abrigan". Afortunadamente la Naturaleza no ha sido TAN cruel conmigo y prefiero tener que sentarme cerca del radiador.

Volviendo a los rebeldes pelos de la espalda que forman un caparazón en torno a mi chepa, estoy empezando a perder la paciencia con ellos, sobre todo porque, salvo que alguien me saque de mi error, es la única parte del cuerpo que no puedes depilarte sin ayuda, a menos que seas el contorsionista del Circo de los Muchachos.

He probado la cera, pero cuando no me la hace mi hermana, siempre acaban saliendo más granos que al más compulsivo adolescente engullidor de helados de chocolate. Es doloroso y siempre termino dejando las marcas de los dedos sobre la camilla, allí donde me he agarrado para liberar tensión. Tampoco me gusta gritar de dolor delante de desconocidos. La primera vez que me lo hicieron y pedí un palo para morder se reían, la segunda no.

La espuma es cómoda e indolora. En la misma medida que ineficaz. Te los cortas un día y al siguiente ya tienes las cabezas emergiendo sobre los hombros diciendo: "Ya estamos aquíiiii". Cabrones, persistentes.

Hoy he probado la silk epil. Bueno, el invento no está mal. Seguro que los modelos de última generación que incorporan frigorífico y ducha hidromasaje duelen menos que el modelo sinopillopelopillopiel que he usado hoy. Lo peor va a ser ir hoy al gimnasio, porque después de pasarmelo por los hombros y la zona más accesible de la espalda, he pedido ayuda a mi madre, y la pobre tras una primera pasada ha dicho literalmente: "No soporto ver cómo te está dejando esto la espalda", y allí me ha dejado plantado, con la espalda como el cráneo de un tiñoso, la silk epil en la mano y una cara de imbécil reflejada en el espejo del baño que no habría desentonado en la película de Cárdenas.

Así es cómo he decidido hacer una campaña por Internet para recaudar fondos para mi depilación permanente, motivo hasta ahora oculto por el que inicié este blog. Mi número de cuenta es: 0002-23-523-CG3444434. Muchas gracias a todos los que vais a colaborar. Diré en la clínica que me guarden los pelos en una cajita por si alguno quiere un recuerdo.

3 comments:

dwalks said...

deberías probar como última alternativa un buén revolcón sobre las rocas de la Isleta. comparado con lo que has contado, los daños colaterales de mi propuesta de depilación son despreciables.

kurt said...

Creo que debería presentarte a Anita, mi simpar depiladora, que, con maneras de experimentada dominatrix, te pega tirones de cera donde tu le digas mientras te comenta sus últimos escarceos o los cambios decorativos de su piso de Vallecas. Joy in pain. Yo soy adicto.

would said...

Dwalks, por tu comentario deduzco que prefieres que me desolle vivo antes de aportar un céntimo a la cuenta de ahorro benéfica... Mal, muy mal.

En cuanto a Anita, Kurt, seguro que me haría llorar, bien de dolor con la cera, bien de envidia por sus escarceos. Soy muy sensible en ambos aspectos. Tú también deberías hacer un donativo, mi caso es de extrema necesidad.