Efectivamente, la vuelta al trabajo ha podido conmigo. Los marrones que dejé antes de irme de vacaciones han estado acechando en los cajones, bandejas de entrada y archivadores para abalanzarse sobre mi espalda, apretar mi cuello y morder mis blanquitas nalgas en cuanto he vuelto.
He sido disciplinado y me he aplicado, pero esta travesía por el desierto promete ser larga.
Por cierto, la tendinitis del hombro se me ha curado sola, el tobillo sufre un esguince crónico y tengo sobrecarga bilateral en no sé qué músculos lumbares (Dios no concedió el don de la caligrafía a los médicos). Espero que los rayos láser del tobillo y las microondas para la espalda no me conviertan en un mutante terrible que se ponga verde cuando se enfade, le salgan branquias detrás de las orejas o le guste Tómbola.
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