Friday, August 6

resonancia

Por primera vez en mi vida me han hecho una resonancia magnética. Se trataba de ver qué es lo que le pasa a mi tobillo para que chasquee como si andase con tacones sobre el parqué. Los resultados no los tengo hasta el lunes, y hasta el martes que los interprete el médico no sabré lo que significan. Supongo que cuando los vea sentiré lo mismo que cuando me enseñan una radiografía, que nunca me entero si está del derecho, del revés, boca arriba o boca abajo. "Mira, esta es mi costilla rota" y ahí estoy yo, desenfocando la vista para ver si aparece una fisura en 3D, como en esos estereogramas de los dibujos del Ojo Mágico con los que lo único que conseguía era que me llorasen los ojos.

La experiencia ha sido interesante. Tenía la consulta a las 08.30 am, así que me he levantado temprano para estar allí antes que los churros y las porras. Después de perderme por el laberinto de pasillos de la clínica, sorprendentemente desierto, llego hasta radiología donde me dicen que tengo que rellenar un test. Para quien no lo sepa, no llevo marcapasos, clips arteriales, implantes cocleares, audífonos, prótesis metálicas (ni ninguna otra), ni sufro alergias.

Obtenido el visto bueno, me hacen pasar a otra sala con un ordenador y un probador como los de Springfield. Allí una señorita me pide que me desnude entero excepto calzoncillos y calcetines, puro glamour. Me pongo una bata probablemente diseñada por un ingeniero de caminos aficionado al ajedrez y los trenes eléctricos, y marido de la directora de la Clínica. Tras no conseguir atármela, salgo enseñando lo mejor de anatomía posterior y la chica que me ha acompañado se sonríe por mi incapacidad y me dice que me tumbe en una cama que me ha preparado con sábanas y almohada incluida. Procedo.

Después de advertirme de que no me iba a doler y que lo único molesto es el ruido que hace, me da los mismos tapones que usaba yo para estudiar en la biblioteca de la Escuela. Me los pongo y echo de menos mis apuntes de Cálculo.

El aparato, que es igual que una cama de rayos UVA pero sin fluorescentes, empieza a zumbar con distintos tonos que parecen componer una melodía de 4 notas que me resulta familiar. A los tres minutos ya estoy esperando paciente e ilusionado, que vengan los extraterrestres a encontrarse conmigo en la Tercera Fase.

Tras esos momentos de incierta espera, los zumbidos se hacen más cortos y a ráfagas, como en los antiguos juegos de guerra de los ordenadores. Rarararararara, rararararara. Mi mente se relaja y comienza a viajar. No puedo recordar qué más ruiditos ha hecho.

A los 15 minutos me despierta la enfermera. Bromeo con ella, pero debe estar al final de su turno y nada le hace gracia. Me dice que ya hemos terminado y que se ve que me ha gustado. Ya veremos si también me gustan los resultados.

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