Me acabo de sentar delante del ordenador más por inercia que porque quiera hacer algo concreto con él. Estoy roto de sueño y los ojos me están escociendo, más por el cansancio que porque me pase todo el día delante de una pantalla, pero encender el ordenador y abrir el eMule cuando llego a casa se ha convertido en una rutina casi inconsciente, como respirar o rascarme cuando me pica.
Una vez sentado y para no perder el tiempo, os cuento que el sábado, después de andar de compras con Dwalks por Fuencarral, acabé en la tienda donde compré “nuestro” traje gastándome en 5 minutos los 200 eurillos extras que había ganado esa mañana en 4 horas. En esta tienda me tienen cogida la medida: cada vez que voy consiguen que me lleve algo. Ya hasta me hacen descuento por ser cliente habitual. Me sentí tan señora de Beckham, tan reina de Inglaterra, que no quito ojo del calendario esperando volver.
Mi última adquisición ha sido una bolsa de viaje mezcla “bolsa de Bjorn Bjorg para las raquetas” vs. “bolsa de Homer Simpson para ir a la bolera”. Espectacular.
Por la noche celebramos el cumpleaños de Shelliot, la increíble y bellísima mujer de Elliot que nos preparó una fiesta que solo habría sido mejor si nos hubiera llevado de gogó al tipo de la chaqueta que baila en El Sol.
En cuanto al trabajo, sigo adaptándome. Y no es fácil, no os vayáis a creer. En esta/mi-nueva empresa la selección de los empleados se hace valorando tanto capacidades como follabilidad. Creo que ya comenté en un post anterior lo importante que es la follabilidad para conseguir cosas en la vida. Reduciendo este planteamiento a su esencia, afirmo que la Humanidad se divide en gente follable y fracasados.
Es un hecho que los minutos tienen 60 segundos; es un hecho que los altos ganan más dinero que los bajos; y no os engañeis: vuestro grado de éxito depende directamente del número de polvos que os echaría vuestro jefe/a.
Dejando este tema a un lado, es increíble lo buena que está la gente en esta empresa.
Por no seguir hablando de trabajo os cuento que mañana voy a cenar, Dios mediante, con Elza, Kurt, y Dwalks a un restaurante en el que habrán de tratarnos como las personalidades que somos si no quieren que les azucemos a Kurt, quien después de haber experimentado las excelencias del servicio escandinavo no tiene actitud de pasar ni media a los ensoberbecidos atendedores de mesas que sufrimos en España.
Y beberemos vodka.
Thursday, June 28
Thursday, June 21
Adaptándome a los cambios
Este fin de semana he estado en Zaragoza, sí, pero si contara aquí lo que he hecho y lo bien que lo he pasado, quien lea a Dwalks o a Iván me tacharía de pesado, de utilizar más chistes fáciles que el primero y menos fotos que el segundo. Así que aquello es lo que hay. Yo pongo los enlaces para que cuando tenga 58 años y quiera acordarme de qué hice el fin de semana del 16 de junio de 2007, pueda hacerlo. Previsor es la palabra que buscáis.
Realmente, lo que no tendré que investigar para recordar es que el lunes he empezado en mi nueva empresa. Es más pequeña que la anterior, como mi nueva mesa, y el ordenador ni siquiera es un ordenador. Por el contrario, la moqueta está mucho más limpia y la temperatura es regulable por debajo de los 28 grados.
En este nuevo empleo voy a trabajar muchas más horas, pero creo que hacerlo en el ambiente en el que lo he estado haciendo estos tres días no me va a importar demasiado.
No paro un minuto, y a pesar de que llego a casa a partir de las nueve de la noche, me lo estoy pasando como Imelda Marcos en la feria de calzado de Alicante. Hasta este momento estoy muy satisfecho con el cambio y sé que voy a aprender mucho, mucho más.
Como a priori me preocupaba echar de menos un referente tipo Dwalks entre los compañeros, el primer día les llevé unas fruticas de Aragón para ganarme sus estómagos.
Además de haberles invitado a una ración de coliflor y un vaso de quina, hay pocas maneras más arriesgadas de ganarse a la gente que con frutas de Aragón. A mí me encantan, en serio, pero la mayoría tiene miedo de la fruta escarchada porque es incapaz de comprender sus orígenes y su naturaleza muerta.
Al segundo día les llevé a mis compañeras una caja con el lema “Chupar relaja” y llena de Chupa-Chups. Y por si esto también sonaba poco arriesgado, al tercer día mi director me ha pillado jugando al fútbol en el pasillo que hacen las mesas de la oficina. Al salir de la misma he vuelto a meter en una bolsa todas las cosas que ya había guardado en los cajones y las he traído a casa.
El problema es que intuyo que esto es solo el principio, porque tengo sentado enfrente un compañero tan parecido a mí que a la tercera hora del lunes ya estábamos vibrando en armonía, al son de lo de “Yo tengo un gozo en el alma GRANDE. Gozo en el alma GRANDE”.
Ya os contaré más cosas que han pasado y que seguirán pasando, pero lo más importante para mí ha sido encontrarme un ambiente tan sano y a este compañero que presiento que habría sido un amigo para mucho tiempo de no ser porque se va en septiembre.
Me temo que tendré que buscar un nuevo sustituto para Dwalks hasta que le convenza para que se venga a trabajar conmigo y con Elza. Esto mola.
Realmente, lo que no tendré que investigar para recordar es que el lunes he empezado en mi nueva empresa. Es más pequeña que la anterior, como mi nueva mesa, y el ordenador ni siquiera es un ordenador. Por el contrario, la moqueta está mucho más limpia y la temperatura es regulable por debajo de los 28 grados.
En este nuevo empleo voy a trabajar muchas más horas, pero creo que hacerlo en el ambiente en el que lo he estado haciendo estos tres días no me va a importar demasiado.
No paro un minuto, y a pesar de que llego a casa a partir de las nueve de la noche, me lo estoy pasando como Imelda Marcos en la feria de calzado de Alicante. Hasta este momento estoy muy satisfecho con el cambio y sé que voy a aprender mucho, mucho más.
Como a priori me preocupaba echar de menos un referente tipo Dwalks entre los compañeros, el primer día les llevé unas fruticas de Aragón para ganarme sus estómagos.
Además de haberles invitado a una ración de coliflor y un vaso de quina, hay pocas maneras más arriesgadas de ganarse a la gente que con frutas de Aragón. A mí me encantan, en serio, pero la mayoría tiene miedo de la fruta escarchada porque es incapaz de comprender sus orígenes y su naturaleza muerta.
Al segundo día les llevé a mis compañeras una caja con el lema “Chupar relaja” y llena de Chupa-Chups. Y por si esto también sonaba poco arriesgado, al tercer día mi director me ha pillado jugando al fútbol en el pasillo que hacen las mesas de la oficina. Al salir de la misma he vuelto a meter en una bolsa todas las cosas que ya había guardado en los cajones y las he traído a casa.
El problema es que intuyo que esto es solo el principio, porque tengo sentado enfrente un compañero tan parecido a mí que a la tercera hora del lunes ya estábamos vibrando en armonía, al son de lo de “Yo tengo un gozo en el alma GRANDE. Gozo en el alma GRANDE”.
Ya os contaré más cosas que han pasado y que seguirán pasando, pero lo más importante para mí ha sido encontrarme un ambiente tan sano y a este compañero que presiento que habría sido un amigo para mucho tiempo de no ser porque se va en septiembre.
Me temo que tendré que buscar un nuevo sustituto para Dwalks hasta que le convenza para que se venga a trabajar conmigo y con Elza. Esto mola.
Thursday, June 14
Super 8
Ayer mi padre recogió un DVD en el que le habían grabado las películas que tenía en Super 8 con los recuerdos de la familia. Bueno, de toda la familia menos yo, que al parecer el Super 8 se agotó antes de que naciera. Dejadme que piense eso antes que mis padres no me quisieran.
Creí que nunca pondría algo tan íntimo, pero era esto o un vídeo de Paris Hilton montándoselo en la cárcel, que está la audiencia fatal. Para evitar herir sensibilidades, he quitado los cortes en los que hay malos tratos a los animales, que hay que ver qué borricos eran mis hermanos de pequeños y cuánta paciencia tenían los pobrecillos chuchos.
En el fondo este post es para Schwester, que hoy es el cumpleaños de Puñetón y no va a poder estar. Sé que cuando lo vea se le va a caer una lagrimilla y no va a poder dejar de ponerlo una y otra vez.
Creí que nunca pondría algo tan íntimo, pero era esto o un vídeo de Paris Hilton montándoselo en la cárcel, que está la audiencia fatal. Para evitar herir sensibilidades, he quitado los cortes en los que hay malos tratos a los animales, que hay que ver qué borricos eran mis hermanos de pequeños y cuánta paciencia tenían los pobrecillos chuchos.
En el fondo este post es para Schwester, que hoy es el cumpleaños de Puñetón y no va a poder estar. Sé que cuando lo vea se le va a caer una lagrimilla y no va a poder dejar de ponerlo una y otra vez.
Wednesday, June 13
La despedida
Durante las dos semanas que han transcurrido desde que comuniqué mi intención de causar baja voluntaria, mis amos han intentado que me quedase, mis clientes me han gritado que no podía irme, y no he parado de recibir muestras de afecto. Todo me ha hecho sentir muy bien y en ningún momento he sentido pena por marcharme. Al contrario. Cuantas más llamadas y mensajes recibía, más me decía: “Ya hay que ser cagón para dar marcha atrás en estas cosas, joder. Como me quede, la gente se va a acordar de mí en lugar de Cagancho en Almagro”.
Así, decidí cortar cualquier arranque de contraoferta para preservar mi frágil equilibrio emocional, y me dediqué a poner al día a mis compañeros en los asuntos que quedaban pendientes y mis rutinas, y a escribir cartas de despedida, que al final han resultado ser unas siete.
Llegó el viernes, el último día que trabajé para mis antiguos jefes y el último día de jornada partida. Para celebrar esto último la empresa se pagó unas raciones de lomo, jamón, etc., y unas tortillas, aceitunas, y esas cosas del comer. Como quiera que después del ágape unos treinta compañeros habíamos quedado para almorzar, no tenía mucho margen de maniobra a la hora de elegir a qué invitarles por mi despedida.
Después de hacer un pequeño cocktail de ideas, a comienzos de la semana había elegido llevar unas chucherías (idea propia) y unos pasteles (idea de Dwalks porque la mía le parecía una mierda). Cuando digo chucherías, me refiero a nubes, dentaduras, cocacolas, regalices, etc., como en los cumpleaños.
El miércoles fui a un supermercado de estas porquerías que hay entre Cuatro Caminos y Alvarado. Hacía tiempo que no pasaba por allí y la verdad, creo que tardaré en volver a hacerlo. Prefiero mi barrio con sus carteles de Fangoria y de la sala Galileo a las calles enteras empapeladas con fotos de Julián Oro Duro, que no sé quién es pero ya le tengo miedo. Ved la foto y decidme sino, a ver.
No sé a quién despedía, pero me alegré mogollón de que no fuese a mí.
Me tiré toda la tarde del jueves haciendo bolsitas (más de 70), con las chucherías que había comprado. 150 piruletas, 125 nubes, 300 moras, 200 cocacolas, 125 dentaduras, 200 fresas de un tipo y otras 200 de otro, 500 platanitos, 175 regalices blancos rellenos de fresa, y otros 300 trocitos de regalices rojos rellenos de “nata”. Esa noche apenas pegué ojo con el pestazo que había por toda la casa.
Así, decidí cortar cualquier arranque de contraoferta para preservar mi frágil equilibrio emocional, y me dediqué a poner al día a mis compañeros en los asuntos que quedaban pendientes y mis rutinas, y a escribir cartas de despedida, que al final han resultado ser unas siete.
Llegó el viernes, el último día que trabajé para mis antiguos jefes y el último día de jornada partida. Para celebrar esto último la empresa se pagó unas raciones de lomo, jamón, etc., y unas tortillas, aceitunas, y esas cosas del comer. Como quiera que después del ágape unos treinta compañeros habíamos quedado para almorzar, no tenía mucho margen de maniobra a la hora de elegir a qué invitarles por mi despedida.
Después de hacer un pequeño cocktail de ideas, a comienzos de la semana había elegido llevar unas chucherías (idea propia) y unos pasteles (idea de Dwalks porque la mía le parecía una mierda). Cuando digo chucherías, me refiero a nubes, dentaduras, cocacolas, regalices, etc., como en los cumpleaños.
El miércoles fui a un supermercado de estas porquerías que hay entre Cuatro Caminos y Alvarado. Hacía tiempo que no pasaba por allí y la verdad, creo que tardaré en volver a hacerlo. Prefiero mi barrio con sus carteles de Fangoria y de la sala Galileo a las calles enteras empapeladas con fotos de Julián Oro Duro, que no sé quién es pero ya le tengo miedo. Ved la foto y decidme sino, a ver.
No sé a quién despedía, pero me alegré mogollón de que no fuese a mí.
Me tiré toda la tarde del jueves haciendo bolsitas (más de 70), con las chucherías que había comprado. 150 piruletas, 125 nubes, 300 moras, 200 cocacolas, 125 dentaduras, 200 fresas de un tipo y otras 200 de otro, 500 platanitos, 175 regalices blancos rellenos de fresa, y otros 300 trocitos de regalices rojos rellenos de “nata”. Esa noche apenas pegué ojo con el pestazo que había por toda la casa.
Llegó el viernes y pude despejar las dudas acerca de si lo de los dulces era buena idea o no. La gente quedó encantada a pesar de que Dwalks les iba murmurando a la oreja, que si menuda tontería, que si son cosas de niños… Ay, qué cruz.
Antes de comer tuvimos el aperitivo subvencionado por la empresa, y justo a la mitad y con mi director delante, Dwalks mandó callar a todo el mundo para darme unos altavoces para el iPod y un tarjetón que me habían regalado entre todos. Se supone que en estos casos uno debe dar un discurso de agradecimiento y de despedida, y para ser sinceros, yo había pensado en algunas ideas que no contemplaban tener a mi director delante, así que lo que sucedió fue que me puse rojísimo y que pronuncié la secuencia de palabras más patética que recuerdo desde que le pedí una segunda oportunidad a mi antigua novia.
Pasado el mal trago fuimos a comer y a tomar unas copas. Yo, como me olía el percal, estuve las dos primeras horas a base de Coca Colas y de agua, y así pude aguantar hasta que el último, a eso de las 23:15 me dio el último abrazo-beso de buenasuertecuántotevamosaechardemenos.
Eso sí, también me dio tiempo a que ellos viesen que mi cambio me va a resultar más fácil porque les llevé a tomar la última donde había quedado con una Elza que se mostró en todo su esplendor, que es muchísisimo, y por donde pasó otra futura compañera no menos esplendorosa.
¡Qué ganas tengo de empezar, madre!
Antes de comer tuvimos el aperitivo subvencionado por la empresa, y justo a la mitad y con mi director delante, Dwalks mandó callar a todo el mundo para darme unos altavoces para el iPod y un tarjetón que me habían regalado entre todos. Se supone que en estos casos uno debe dar un discurso de agradecimiento y de despedida, y para ser sinceros, yo había pensado en algunas ideas que no contemplaban tener a mi director delante, así que lo que sucedió fue que me puse rojísimo y que pronuncié la secuencia de palabras más patética que recuerdo desde que le pedí una segunda oportunidad a mi antigua novia.
Pasado el mal trago fuimos a comer y a tomar unas copas. Yo, como me olía el percal, estuve las dos primeras horas a base de Coca Colas y de agua, y así pude aguantar hasta que el último, a eso de las 23:15 me dio el último abrazo-beso de buenasuertecuántotevamosaechardemenos.
Eso sí, también me dio tiempo a que ellos viesen que mi cambio me va a resultar más fácil porque les llevé a tomar la última donde había quedado con una Elza que se mostró en todo su esplendor, que es muchísisimo, y por donde pasó otra futura compañera no menos esplendorosa.
¡Qué ganas tengo de empezar, madre!
Friday, June 1
Semana muy difícil
En los últimos tiempos vengo actualizando con bastante falta de frecuencia, vago que me estoy haciendo, lo sé, pero además hay también otra razón.
Todo empezó con aquello de los 15 euros al mes o el “Nadie que no sea famoso puede vivir en Madrid con 15 euros al mes, y yo, que no he follado con ninguno que salga por la tele, tengo que pagar siempre”.
Continuó con la bolsa de trabajo de Infojobs y “lo único que la diferencia de la de la basura es que no es de plástico negro, porque contener, contienen la misma mierda”.
Y la historia ha terminado con que voy a causar baja voluntaria en mi empresa o decir el “Buenos días. Que me voy”.
La decisión ha sido fácil de tomar porque lo que estaba en juego no era la calidad, estabilidad, o comodidad del trabajo, sino mi supervivencia. Lo que sí me está resultando difícil es despedirme de las cosas buenas que he conseguido reunir estos 6 años. Sobre todo de mis lápices perfectamente afilados y de mi procesionaria de clips que no sé a quién voy a dejar en herencia.
Los preparativos del cambio comenzaron con el mes de mayo y concluyeron el pasado lunes con el anuncio de mi baja en la empresa. Me da, me da rrrrabia tener últimamente tan pocas ganas de escribir porque hay miles de cosas que querría contar, pero espero recuperarlas pronto, cuando la tensión del momento haya pasado y comience a crear una nueva rutina.
Dwalks es el mayor responsable de mi cambio de trabajo. Por su culpa empecé a buscar. Él me presentó a Elza (futura y espectacular compañera de trabajo). Y él me hostigó durante todo el mes de mayo hasta que la decisión estuvo tomada.
Como con él he pasado toda la semana en nuestro particular canto del cisne, leyendo su último post se puede saber exactamente qué es lo que he hecho. Aún así, haré la innecesaria labor contarlo desde mi punto de vista:
Al contrario que el de Dwalks, mi humor esta semana ha sido excelente. En la oficina no he parado de pasear y perder el tiempo estrechando las manos de los compañeros, recibiendo ánimos y buenos deseos. De estos sí que me llevo los bolsillos llenos.
Mi buen humor y mi abandono físico me han animado a acompañar a Dwalks en su lucha “Por el lucimiento de un perfil respetable”, y nos hemos volcado a la ingesta de ensaladas del Viena. He de decir que siempre eran de lechugas y/o/u espinacas, por lo que no nos hinchábamos con los hidratos del arroz o la pasta. También he de decir que me ha dado muchísima vergüenza ver cómo Dwalks le pedía todos los días a la dependienta que le “petase” un poquito el recipiente.
Cada día, después de comer las ensaladas, hemos salido a pasear porque ahora mismo en Madrid tenemos el clima perfecto. Venid a verlo si queréis.
Comíamos poco y lo bajábamos caminando. Así no es de extrañar que al salir de trabajar fuésemos a tomar unas cañas y yo acabase apretándome media docena de croquetas. Que no sé de dónde saca este chico su fuerza de voluntad, de verdad.
Esta semana he pasado más tiempo con él que en el último mes. Y lo que me he reído. Hemos paseado por la calle hablando como en las películas españolas de los 70 (él más que yo, que a mí no se me ocurría nada), hemos cantado ópera (él más que yo, que no llego a algunos agudos), y nos hemos cogido de la mano (él más que yo, que está muy tontorrón).
Es cierto que descubrimos el traje perfecto, pero a diferencia de él puedo afirmar (y afirmo), que a mí me queda como un guante. Me da un poco de lástima que a él le haga culo pollo y pollón, pero ya le he explicado que no todo el mundo puede tener el cuerpo de una escultura griega. Acto seguido me he comprado el traje y he decidido llevarlo siempre que quede con él para recordárselo.
En fin, si esta semana ha sido la de la anunciación, la que viene será la de las despedidas. Espero no llorar, que yo soy muy llorón y de moco fácil, pero por si acaso no me daré rímel.
Buen fin de semana.
Todo empezó con aquello de los 15 euros al mes o el “Nadie que no sea famoso puede vivir en Madrid con 15 euros al mes, y yo, que no he follado con ninguno que salga por la tele, tengo que pagar siempre”.
Continuó con la bolsa de trabajo de Infojobs y “lo único que la diferencia de la de la basura es que no es de plástico negro, porque contener, contienen la misma mierda”.
Y la historia ha terminado con que voy a causar baja voluntaria en mi empresa o decir el “Buenos días. Que me voy”.
La decisión ha sido fácil de tomar porque lo que estaba en juego no era la calidad, estabilidad, o comodidad del trabajo, sino mi supervivencia. Lo que sí me está resultando difícil es despedirme de las cosas buenas que he conseguido reunir estos 6 años. Sobre todo de mis lápices perfectamente afilados y de mi procesionaria de clips que no sé a quién voy a dejar en herencia.
Los preparativos del cambio comenzaron con el mes de mayo y concluyeron el pasado lunes con el anuncio de mi baja en la empresa. Me da, me da rrrrabia tener últimamente tan pocas ganas de escribir porque hay miles de cosas que querría contar, pero espero recuperarlas pronto, cuando la tensión del momento haya pasado y comience a crear una nueva rutina.
Dwalks es el mayor responsable de mi cambio de trabajo. Por su culpa empecé a buscar. Él me presentó a Elza (futura y espectacular compañera de trabajo). Y él me hostigó durante todo el mes de mayo hasta que la decisión estuvo tomada.
Como con él he pasado toda la semana en nuestro particular canto del cisne, leyendo su último post se puede saber exactamente qué es lo que he hecho. Aún así, haré la innecesaria labor contarlo desde mi punto de vista:
Al contrario que el de Dwalks, mi humor esta semana ha sido excelente. En la oficina no he parado de pasear y perder el tiempo estrechando las manos de los compañeros, recibiendo ánimos y buenos deseos. De estos sí que me llevo los bolsillos llenos.
Mi buen humor y mi abandono físico me han animado a acompañar a Dwalks en su lucha “Por el lucimiento de un perfil respetable”, y nos hemos volcado a la ingesta de ensaladas del Viena. He de decir que siempre eran de lechugas y/o/u espinacas, por lo que no nos hinchábamos con los hidratos del arroz o la pasta. También he de decir que me ha dado muchísima vergüenza ver cómo Dwalks le pedía todos los días a la dependienta que le “petase” un poquito el recipiente.
Cada día, después de comer las ensaladas, hemos salido a pasear porque ahora mismo en Madrid tenemos el clima perfecto. Venid a verlo si queréis.
Comíamos poco y lo bajábamos caminando. Así no es de extrañar que al salir de trabajar fuésemos a tomar unas cañas y yo acabase apretándome media docena de croquetas. Que no sé de dónde saca este chico su fuerza de voluntad, de verdad.
Esta semana he pasado más tiempo con él que en el último mes. Y lo que me he reído. Hemos paseado por la calle hablando como en las películas españolas de los 70 (él más que yo, que a mí no se me ocurría nada), hemos cantado ópera (él más que yo, que no llego a algunos agudos), y nos hemos cogido de la mano (él más que yo, que está muy tontorrón).
Es cierto que descubrimos el traje perfecto, pero a diferencia de él puedo afirmar (y afirmo), que a mí me queda como un guante. Me da un poco de lástima que a él le haga culo pollo y pollón, pero ya le he explicado que no todo el mundo puede tener el cuerpo de una escultura griega. Acto seguido me he comprado el traje y he decidido llevarlo siempre que quede con él para recordárselo.
En fin, si esta semana ha sido la de la anunciación, la que viene será la de las despedidas. Espero no llorar, que yo soy muy llorón y de moco fácil, pero por si acaso no me daré rímel.
Buen fin de semana.
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