Thursday, June 22

La selectividad

Hace una semana más o menos se han celebrado en Madrid los exámenes de selectividad que permiten el acceso a la universidad. Unas pruebas tan polémicas como necesarias

Hace unos doce años me tocó a mí y no me acuerdo de demasiadas cosas. Sé que me presenté al examen de matemáticas sin saber hacer una integral porque el simbolito, esa S estirada, me recordaba los ganchos en los que se cuelgan las canales en el matadero y me daba muy mal rollito. Aprobé matemáticas con un 8.

Más tarde, en la carrera, se me pasó el miedo cuando conocí a una chica a la que llamaban "la integral" no porque comiese mucha fibra, sino porque su culo respingón le hacía una silueta con forma de S. No aprobé matemáticas hasta el segundo año.

Ese mes de junio de la selectividad, caluroso como todos los junios de mi vida, salía a sentarme en el suelo de la terraza para que me diese el aire mientras repasaba los apuntes. En un descuido se me volaron 3 temas de química y tuve que bajar a la calle con mis hermanos para recogerlos. Mi madre desde la terraza nos iba diciendo "Por allí, al lado de la papelera. No, no, debajo del banco, detrás de los árboles", mientras señalaba con el dedo muy estirado y con aspavientos generosos como los de un entrenador de baloncesto. No perdí ni una hoja, que las madres en eso de encontrar son cosa fina.

La mayor parte del tiempo estudiaba en el mismo dormitorio y sentado a la misma mesa que tengo ahora. Nunca fui mucho de biblioteca hasta los últimos años de carrera.

De día me distraía mirando al parque al que da mi ventana, y de noche mirando las ventanas encendidas pensando "¡Caramba, cuánta gente hace selectividad este año!" Ahora me da más por pensar en lo enganchada que está la gente a la teletienda.

Y luego descubrí las bibliotecas, donde entre tema y tema me distraía asomándome a otro tipo de balcones.

Todo esto me ha venido a la memoria porque el otro día, volviendo del trabajo, me encontré esparcidos por la calle unos libros y cuadernos rotos a los que evidentemente habían dado mal trato: patadas, rasgado de páginas, estrujamientos varios...

Yo eso nunca lo terminé de entender. ¿Por qué esa rabia contra unos libros o apuntes de algo que has aprobado? ¿Quemarás tu coche cuando pagues todas las letras? Si mis hermanos mayores hubiesen hecho algo así, mis padres les hubiesen dado dos soplamocos (antes se decía soplamocos cuando se daban hostias).

De hecho en la carrera hice justo lo contrario: cogí cariño a los apuntes y acabé almacenándolos hasta que se convirtieron en un problema de convivencia. No cabía ni un papel más en ninguno de los armarios de mi habitación y mi madre me decía que aquello no podía seguir así, que un día iba a haber un incendio que iba a parecer la abadía de El Nombre de la Rosa.

Finalmente fueron Spiderman y unos robots japoneses los que hicieron hueco. Cultura pop.

6 comments:

dwalks said...

yo tiré todos mis apuntes de la carrera y tan pancho.

¿por qué tienes un blog tan blanco? háblanos también de cómo viviste la masturbación durante la selectividad. yo, intensamente, por ejemplo.

Iván Payá said...

Dwalks, pero... DURANTE la selectividad?? Es decir... MIENTRAS hacías los exámenes? Joder, cómo os las gastáis en Madriz... Y os ponían nota en "ejecución"?? A todo esto, te pido disculpas de nuevo por mi desliz "acusa-trolls" del otro día... Glabs...

Yo tampoco quemé nunca mis libros del cole (suficiente esfuerzo era poder aprendérmelos como para no poder presumir de ellos en verano cual trofeos de caza!!) y los apuntes de la carrera siguen guardados en cajas, aunque a buen recaudo en el trastero.

Abrazos!!

nanyu fonseca said...

yo estoy superafavor de quemar apuntes, y mas en dias como hoy, vispera de san juan. eso si, con un par de años de decalaje, que yo tb tengo mi lado sentimental y algo que me ha dado mucho trabajo no deberia desaparecer asi como asi.

curioso lo de la masturbacion en la selectividad madrileña. a nosotros no nos dejaban... y a ti, ivan?

Iván Payá said...

A mí ni de coña!! Debe de ser cosas de los madrileños... Qué envidia, escribiendo sobre Kant y a la vez dándole al manubrio!! Bien pensado, hacer un examen de filosofía a la vez que te haces una ruperta haría que las ideas fluyeran con más facilidad...

Cómo hemos terminado hablando de pajas??

Shakti said...

Yo tiré los apuntes de carrera casi 10 años después de haberla terminado y con un poco de cosa por si algún día los echaba de menos (ilusa!), pero los libros siguen pululando por casa -mía o de alguna compañera, ésos no volveré a verlos!-

Hm... yo no recuerdo si durante la selectividad hacía esas cosas, pero sí salí para san juan como buena barcelonesa y sí me pasé noches enteras sin dormir. Dios! Cómo me gusta mi vida de ahora!!!

Anonymous said...

Ains, selectividad, qué recuerdos... yo empecé el primer examen, inglés, chorreando sangre, a lo grande.

—Señorita, que está usted sangrando...
— Sí, sí, pero no se preocupe, que ahora pienso en el de mates y del susto se me seca. ¿Me da otro folio, por favor?