Sunday, October 29

El concierto secreto

Son las 20:30 del sábado y ya ha anochecido en la glorieta de Bilbao mientras espero que Berlín y la Mujer Tirita lleguen junto al Café Comercial. Llevo puestas mis Pointers nuevas, una camiseta de rayas, unos vaqueros gastados por el uso y barba de tres días. Tengo actitud de concierto y escucho The Secret Society.

Echando la vista atrás mientras espero, recuerdo que hace alrededor de un año descubrí a este compositor, ahora grupo, gracias a Go Mag, mi revista musical de cabecera, en la que le calificaban como la revelación del panorama musical nacional de 2005.

En mi costumbre de dar una oportunidad a todo lo que me recomiendan, me hice con el Sad Boys Dance When No One's Watching (Acuarela - 2005), que terminó por convertirse en uno de los discos que más escuché ese año, en parte por su calidad y en parte por ser tan crudo como el más rojo de los solomillos, algo que en medio de tantas capas, de tanta pre-producción, producción, y post-producción generalizadas, terminó por triunfar.

Una vez llegaron las chicas pusimos rumbo a la sala Siroco, donde tendría lugar el concierto combinado de Remate + The Secret Society. Quedamos un poco antes por eso de que las entradas solo podían comprarse en la puerta y no queríamos quedarnos en la calle, pero no contábamos con esa mala educación, al parecer madrileña y que hasta Charlie Winston denunciaba esta semana, que consiste en anunciar el comienzo de algo para las 21:30 cuando realmente lo hará a las 23:00.

Hicimos tiempo comiendo unas croquetas caseras de algo indefinible, y una tortilla de patata con calamares en su tinta en una cervecería de la calle La Palma. Todo ello aderezado con una conversación en la que me tocó explicar que si bien las letras de las canciones del grupo son negativas, en el sentido de tristes, cuando se suman a la música, en absoluto tienen nada que ver con Álex Ubago, que es algo que genera mucho miedo y estrés en la gente.

El concierto comenzó mientras yo pedía unas copas en la barra. Esperaba que Remate fuese en cabeza, pero al oír los primeros acordes de guitarra, fríos como un invierno lapón, me di cuenta que estaba equivocado y a punto estuve de salir corriendo y dejar las copas en la barra.

A dos metros de Pepo Márquez disfruté, en una experiencia casi fan, de su particular manera de interpretar, tan tímido que apenas levantaba la mirada del suelo mientras daba vueltas con su guitarra, así como de un batería que sumaba otro 100% de energía extra a los temas consiguiendo hacerlos sonar realmente redondos en directo.

Debía haber otra guitarra en el escenario, pero Javi Vicente se había ido a tocar con su otro grupo, Big City, que Pepo nos recomendó escuchar, y al que ahora mismo ando enganchándome una poquita.

Al final del concierto, nada de divismos. Pepo bajó del escenario para abrazar a unos amigos que habían ido a verle, yo me abracé a Berlín y a un tipo con un visón que pasaba por allí, y otro tipo vestido de mujer y con barba de mormón me arrebataba la lista de canciones porque no hice caso lo suficientemente rápido a la advertencia de la Mujer Tirita.

Apuramos las copas y enseguida nos fuimos a casa sin dar demasiada oportunidad a Remate.

Wednesday, October 25

Teletaxi vs. Forofismo

Vaya fin de semana, señora. Desde el viernes frota que te frota las manitas pensando el domingo de deporte que iba a gozar sin sudar una gota. A saber, final del Masters de tenis en Madrid, final del mundial de Fórmula 1 en Brasil, y partidazo Madrid-Barça en el Bernabeu, la auténtica y única catedral del fúrgol. Pasarán más de mil años antes se repita algo así.

¿Te invito a comer cochinillo a Segovia? No, porque está escrito que no solo de cochinillo vive el hombre. ¿Te invito a un concierto en Galileo? No, porque no solo con la guitarra y el acordeón cromático se alegra el alma. ¿Te haces del Barça y disfrutas del buen fútbol? No, porque no solo con gambiteos se alcanza la victoria, sino también con el patapum parriba. Y hete aquí que el diablo se retiró y me llamó mi colega Jorge para ofrecerme el abono para ir al Bernabeu.

¡No lo podía creer! 30 añazos, 30, los mismos que Guti y los mismos que Ronaldo, llevaba yo esperando poder ir al Bernabeu a gritarle al Barça. ¡Qué ganas de abrazarme a mi padre, qué ganas de abrazarme a mi hermano, y qué ganas de abrazarme al cactus de la terraza! Pero, ¿y Berlín? ¿Dónde está Berlín?

¡Coño, pero si tengo que ir a recogerla a las 21:40 a Barajas! Bueno, aquí es cuando la llamo, le explico el cambio de planes y me dice que me lo pase bien.

Piiii. Piiii.
- Hola, ¿dónde andas?
- Estoy llegando al aeropuerto.
- Ahá. ¿A qué no sabes qué me ha pasado? ¡¡¡Me da Jorge una entrada para el Madrid!!!
- ¿Y con quién juega? ¿Significa eso que no vas a venir a recogerme?
- Bueno...
- [Silencio]
- Bueno...
- [Silencio]
- Eeehmmmm.
- Mira Would, no voy a tomar yo tu decisión. ¿Qué quieres que te diga? Tú sabrás lo que tienes que hacer.

Mujeres, ¡OS ODIO! ¿Que qué quiero que me digas? Que te coges un taxi porque te lo paga la empresa, que vaya al fútbol porque es una oportunidad única, porque va a ser un partidazo, porque va a ganar el Madrid, porque va a marcar Raúl, y por encima de todo eso, porque no me vas a guardar rencor las dos próximas semanas ni voy a tener que redimir mis pecados yendo contigo al cine a ver una película de Sandra Bullock. ¿Qué te habría costado?

¿Y qué hacía yo? Pues llamar a todos mis amigos para que me diesen consejo, y encontándome con un Dwalks sobado y que me regaló los 30 segundos de conversación más estúpidos de nuestras vidas, con otros tres fuera de combate y cobertura, y con la mujer Tirita partiéndose el pecho de la risa en vez de ayudar.

Estaba en una situación lose-lose, de pollo sí o sí. La mera ocurrencia de no ir a recogerla por ir al fútbol ya iba a ser castigada, pero si no iba al aeropuerto podía desatar su armageddon emocional. Por otra parte, si iba a recogerla, me iba a odiar a mí mismo por no ir al fútbol, por perder la ocasión, y por idiota.

Como a mí me gustan las películas de David Lynch en las que cada uno se hace su propio final, y prácticamente la película entera, voy a dejar el relato aquí para que decidáis si vi el fútbol o si fui al aeropuerto. Mientras lo pensáis yo voy a echar otro vistazo al jersey que Dwalks me ha traído de los Estates para envidia de todos vosotros y que pienso lucir en la primera oportunidad que tenga.

Saturday, October 21

Manuel de Falla

Ayer tenía un par de entradas para ir al Auditorio Nacional de Música a ver a la Orquesta y Coro Nacionales de España interpretar El Amor Brujo y la Vida Breve de Manuel de Falla, el de los billetes de cien pesetas.

Con Berlín en Tenerife y Dwalks en los Estates, para este plan aparentemente tan estupendo me costó horrores encontrar acompañante. Al final fui con mi amigo Sebas, con el que el mayor espectáculo que he visto ha sido el fútbol en el Bernabeu y las tetas de Shirley Manson en La Riviera, aunque esa vez ni siquiera sabíamos que estábamos en el mismo recinto.

Llegamos un minuto antes de que cerrasen las puertas e hicimos levantarse de sus asientos a la mitad de la fila. Nada más sentarnos avisé a Sebas de que no aplaudiese hasta que no oyese que lo hace todo el mundo. Sé que quizá no es necesario que lo haga con todo el que me acompaña alguna vez, pero en serio que es para evitarle posibles bochornos y evitarme posibles broncas tipo "¿Por qué no me dijiste nada, gilipollas? Todo el auditorio mirándome...". Os juro que se quedó tan tenso que al final no aplaudió en todo el concierto.

El Amor Brujo estuvo muy bien, también es una apuesta segura, pero La Vida Breve, que no conocía, resulto ser una ópera azarzuelada que me dejó patidifuso. Era la primera vez que veía al Coro Nacional de España y ayer había unos 40 hombres vestidos de pingüinos y otras 40 mujeres vestidas con túnicas celestes como si de vírgenes resignadas a su sacrificio se tratara, cantando fragmentos como: "¡Malhaya la jembra pobre que nace con negro sino! ¡Malhaya quien nace yunque en vez de nacer martillo!" .

También había una guitarra española que me sorprendió y una mujer, creo que la mezzosoprano, que no me gustó nada. Vale que a esta gente no se les entiende nada cuando cantan, pero es que ni siquiera la voz me resultó atractiva. Para que os hagáis una idea, poned la cabeza mirando al frente, sin dejar de hacerlo bajad la barbilla como si intentáseis juntarla con la nuez, e intentar cantar hacia dentro. Pues algo así.

Al final del concierto acabé discutiendo con Sebas si esta gente vive de esto, porque a 26 EUR la entrada a repartir entre los 150 músicos que había allí iban a pasar mucha hambre. También hablamos acerca de si cuando acaban el concierto se van a sus habitaciones del hotel a emborracharse, drogarse y destrozarlas, como hacen los auténticos rockeros, o si por el contrario se dedican a correr de puntillas por los pasillos del hotel para colarse en las habitaciones de sus amantes, que en una proporción de 40 contra 40 algún rollo tiene que haber.

Mi consejo de hoy es: "A la zarzuela que vaya la abuela".

Buenos días.

Monday, October 16

Mi amigo Yann

Otra vez ha pasado más de una semana y se me acumulan los acontecimientos sin parar: Fiestas en mi Barrio del Pilar, puente largo-larguísimo rozando el hastío, almuerzo de quisquillas tremebundas en San Juan (Alicante), adoctrinamiento de 6 neófitos en el cautivador arte de engullir sushi con palillos, etc. Pero sin duda, lo mejor del puente fue ver a mi amigo Yann.

Yann nació hace 36 años en Brest, al noroeste de Francia, o lo que es lo mismo, arriba a la izquierda. A él le gusta mucho hablar del buen tiempo que suele hacer en su pueblo y de cómo de pequeño disfrutaba pegándoles chicles en el pelo a las chicas de su colegio y viendo partir a los barcos en busca de la pesca que daba de comer a sus vecinos.

Pero ése no era su futuro, me contaba. A él le había picado el gusano de la música, como a todos nosotros pero un poquito más. Si a este interés le añadimos una cucharada sopera de talento y un chorrito de constancia, es fácil explicar que a sus 36 castañas Yann sepa tocar el piano, el violonchelo, la guitarra, el violín y el acordeón.

La última vez que Yann vino a Madrid fue en febrero, casi por mi cumpleaños, y como no pude quedar con él entonces, esta vez era la ocasión para sacarme la espina que tenía clavada. Siempre que viene aprovecha para hacer algo especial con el fin de que sus amigos nos reunamos en torno a él, y siempre con éxito, he de decir, en parte gracias a su carisma y en parte porque nos ameniza tocando alguna pieza que ha compuesto entre viaje y viaje.

Fue una gozada verle tocar con pasión el violín, con maestría la guitarra, y con el alma de un millón de pajaritos el acordeón.

Se dejó el piano, pero ese día se lo perdonamos todo, hasta el apagón.

Vuelve pronto, Yann.


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Thursday, October 5

Secretos

Ayer no llovió a pesar de que mi grano de la nariz estaba en su apogeo, así pues podemos descartar su pretendida utilidad como estación meteorológica. Sin embargo lo que sí ocurrió fue la casualidad de que tenía que impartir un curso con tan fastuoso espectáculo nasal.

Los chascarrillos que normalmente pienso un poco antes de comenzar la charla para contarlos después y tener a la gente entretenida mientras les paso las diapositivas coñazo, iban todos en la línea de "Esto que tengo en la nariz no es un grano, es un puntero láser, y si os fijáis en esta gráfica que os señalo con él...", y como aquello no era plan, al final tuve que tirar de mi patética imitación de Chiquito.

Hoy sin embargo mi nariz está mucho mejor, aunque para ello haya tenido que exfoliarme tantas veces que no me quedan ni lunares.

Por otra parte, entre ayer y hoy se ha dado otra circunstacia que también me ha hecho sentirme adolescente, volver a esos días en los que era el niño que tenía amigas que le contaban todos sus secretos porque era el único que no les quería tocar sus recién aparecidas tetas. (¡Gñé!)

Una amiga me ha preguntado: "¿Si te dijese una cosa, a quién se la contarías?".

¡Coño! ¿Y qué le contesto a alguien que quiere compartir algo lo suficientemente importante como para que haya sido incapaz de guardárselo, justo lo contrario de lo que implícitamente me está pidiendo hacer a mí?

Yo, que me conozco algo y sé que soy una portera con estudios superiores, incapaz de guardar un secreto, le he tenido que decir: "A nadie, claro".

Bueno, ha sido algo así, pero no exactamente eso. La he hecho ver que todo dependía de lo importante que me pareciese a mí, que si era un tontería lo mismo ni siquiera me iba a apetecer compartirla. Al final me lo ha contado, un poco solo, un poco todo... Y hasta aquí puedo leer.

Ahora, si tenéis algo que contarme, soy todo orejas.

Wednesday, October 4

El reno Rudolf

Hoy vuelvo a parecerme al muñeco del juego "Operación" al que con buen pulso se le sacaban todos los huesos del cuerpo. Y digo vuelvo porque de nuevo ha asomado el grano que aparece cíclicamente en la punta de mi nariz, y que como si fuese mi menstruación, rebaja mi autoestima y me vuelve sensible a las gracietas que a Dwalks se le ocurra hacer con él.

Esta vez hemos decidido que es un detector de lluvia y que cuanto más gordo y más rojo se pone, mayor es la probabilidad de que caiga un chaparrón. Cómo tiene que estar la cosa para que dos compañeros que han venido en moto hayan salido corriendo, y para que Dwalks esté empezando a agrupar a los animales por parejas.

En fin, los granos son esa parte sebácea a la que ninguno de nosotros quiere, (borrad ahora mismo la imagen de la ministra de Vivienda), y que por razones hormonales ha convivido conmigo durante toda mi adolescencia.

Fui Chico Acné en todas las promociones escolares desde primero de BUP hasta la carrera, y también fui elegido para montones de campañas de publicidad de productos antiacné, haciendo siempre el "Antes".

Si no llegué a categoría caracráter fue únicamente porque mi pelo ochentero de negro zumbón distraía la atención. Por eso y por el milagro que las pastillas Roacután obraron en mi cutis a la vez que destrozaban mi hígado, alimentaban mi alopecia y atrofiaban mis huesos. El prospecto del medicamento con las contraindicaciones abultaba lo mismo que Guerra y Paz, pero yo era feliz con mi carita lisa y mi piel de melocotón incluso en las ocasiones en las que, salvo por los remontes, mis hombros parecían la estación de Valdesquí, o me salía sarpullido en los brazos. Yo muriéndome de sobredosis de antibiótico y callado como un tontito antes de volver a ver un grano en mi cara.

Me convertí en un experto en pomadas, drogas duras y blandas, líquidos milagrosos, aguas de Carabaña, y recetas de la abuela para combatir el acné. Di conferencias ante auditorios repletos de dermatólogos e hice millones de pesetas, pero al final me volví ambicioso y lo perdí todo. Es lo que tiene.

Al menos me ha quedado el conocimiento para saber que si me tomo 6 galletas Príncipe o desayuno 2 días seguidos cereales de Kellog's, los granos aparecen en mi cara. No preguntéis porque no sé muy bien el motivo, pero sí sé a ciencia cierta que ocurrirá.

En fin, hoy soy el reno Rudolf, mañana Charlie Rivel, ¿y pasado? Yo en vuestro lugar cogería los paraguas antes de salir de casa. Por mi parte me voy a exfoliar un poquito a ver si puedo hacer algo con esto.

Monday, October 2

Una semana en off

Hace ya una semana que volví de Praga y no he dado señales de vida, en parte porque no he estado muy vivo, y en parte porque lo he estado demasiado.

De la semana pasada no recuerdo nada relevante salvo que me perdí el concierto de Peaches por ir a jugar mi primer partido de esta temporada, algo de lo que me arrepiento muchísimo y de lo que no he extraído ninguna lección, porque hoy me he quedado sin ir al concierto de OK GO, e incluso al de Divine Comedy, por la misma razón. Anoto mentalmente que he de revisar mi agenda y mis prioridades.

En cuanto al fin de semana, el viernes nada más salir del trabajo fui a casa de Berlín a echarme una siesta y pensar en un plan que permitiese meter 8 personas en 30 m2 teniendo en cuenta que no podíamos dejar a nadie encerrado en el baño ni subido a la cama que está a 1,75 de altura. Me levanté igual que me había acostado pero de peor humor.

Al final fui a hacer la compra para la cena al Carrefour express que han abierto en Bilbao y que a juzgar por la cara de felicidad de la gente que hacía cola en las cajas, es la salvación del barrio. Lo más extraño que compré fue una tortilla de espinacas y patata que se quedó casi entera al final de la cena, y lo más normal fue una botella de Sapphire.

Berlín y yo hicimos nuestra buena acción del día dejando pasar delante de nuestras dos cestas repletas de artículos congelados a una punki con mallas desgarradas, Martins desechas y pintadas de verde, camiseta negra con una calavera del demonio y collar de cuero ajustado a la garganta que incluía balas, tornillos oxidados de 4 centímetros de longitud, clavos, tachuelas y demás metralla al uso. La chica, que combinaba ese look agresivo con unas bonitas gafas de pasta blanca de moderna, llevaba una compra tan punki como ella: 3 botellas de 2 litros de Carre-Cola.

La cena salió bien. Yo me encargué de preparar una ensalada con casi de todo y de colocar, previa prueba de flotabilidad en el lavabo, taquitos de queso en un cayuco en miniatura que Berlín había traído de Senegal. Ella, mientras, se apañaba con los fritos y resto de cocina de altura.

Al terminar tomamos unas copas, y tras una queja del vecino de abajo a eso de las 00:20, nos fuimos al Penta, lugar al que podemos llegar descolgándonos desde la ventana.

Ya he contado alguna vez la relación poco amorosa que tengo yo con este sitio, pero la verdad es que después de la primera media hora de música apestosa, la cosa fue viniéndose arriba y acabé agitando los brazos desacompasadamente y meneando la cabeza. Destacable fue también comprobar que el tan traído y llevado efecto imán funcionó de nuevo cuando camino de los baños y al pasar al lado de un grupo de mozas, una de ellas, bastante mona, por cierto, me miró a los ojos y empezó a restregarse contra mi, logrando el alborozo de sus amigas y mi más absoluta preplejidad. Me quedé paralizado hasta que la chica hubo concluído y la sonreí con mi mueca más ridícula. Luego fui azorado al lado de Berlín pensando "Mamá, miedo".

El sábado celebramos la despedida de la novia rusa de un amigo porque una vez terminados sus estudios se vuelve a Moscú. Fue algo bonito y entrañable que me permitió acabar la noche en un taxi borracho como una perra. Que yo sepa, nada más que destacar salvo que este país sufre una gran pérdida y que mi amigo Roger no vacila en importar los looks suecos de camisa de flores y corbata estrecha que ensaya con su novia y con los que triunfa saliendo por Madrid. Un minipunto para él.

El domingo me levanté y me enchufé 7 episodios seguidos de 24 permitíendome comprobar que Kiefer Sutherland no merece ningún premio como actor porque tiene menos registros que Lydia Bosch. Eso sí, gritar, grita que se hace uno caca. Cuando ya no podía más, me levanté y marché al Bernabeu a ver el derby.

Vaya fracaso de partido y de equipo. Sólo se salvaron las pipas con sal y Raúl, quien después de tres años infaustos parece que agradece la cremita que le da Capello. Y ahora a otra cosa, que esto del fútbol es siempre lo mismo.

La crónica en rosa del partido me obliga a hacer mención al culo de Beckahm, que a 30 metros de distancia se tiró 20 minutos agarrándose los tobillos; a la mujer de Casillas, que no sé como se llama pero que no es de este mundo sino del reino de los cielos; a la mujer de Guti, que sí se cómo se llama pero que no merece que la nombre por ir de yonki con la camiseta de hace 4 años de su marido y sentarse sobre el cemento de una salida en el descanso cuando tiene millones para comprar 200 abonos y un palco donde poner su esquelético culo; y a Dani DJ y su novia que fue miss España y que manda cojones que no me acuerde de su nombre y sí del que gasta el farfollas de su novio. Estos dos últimos se sentaban justo sobre mi cabeza a 7 filas de distancia causándome un importante dolor de cuello por ver prácticamente toda la segunda parte del partido de espaldas esperando que descruzase las piernas. Espectacular figura y bonita cara, pero salir con ese tipo le mata el encanto. Le doy un 2 sobre 10 en inteligencia. Hoy me siento generoso.