Hace aproximadamente 3 años eché unas firmas para comprar lo que se ha convertido en una pequeña mierda: Unos apartamentos turísticos en los que no se puede residir y ubicados en medio de un polígono industrial.
Evidentemente, cuando me metí, mi intención era vivir en ellos, a unos 10 kilómetros de Madrid y pegado a una de sus vías de circunvalación más importantes. Ha sido después cuando me he enterado de que eso no es posible, al menos legalmente.
La semana pasada fui a la firma de las escrituras y conocí a un señor notario al que incluso llegué a tocar. Por fuera parecía un mortal como otros, pero por dentro escondía un tipo que gana una pasta gansa por poco más que hacerte esperar y leer unas líneas en voz alta. Al estrechar su mano, los pelillos de la parte baja de la espalda se me pusieron de punta, y no puedo negar que me gustó.
Ayer fue mi primera junta de vecinos... ¡Qué cosa más grande, por Dios! Me sentí como el profesor de la universidad de Oklahoma que vuelve al pueblo de "Amanece que no es poco". Muy diferente, pero muy integrado.
A quien no haya acudido a ninguna junta de vecinos, le confirmo que la gente que asiste a ellas lo hace a cara de perro pachón y con ganas de montar la de Dios es Cristo en el Reino de los Hombres.
Me aventuro a pensar que siendo en su mayoría hombres jubilados, sus mujeres los encierran antes de la reunión en la habitación más pequeña de la casa y empiezan a dudar de su masculinidad para que se les hinchen las vena del cuello y la frente. Más o menos como quien entrena a un perro de pelea, o prepara a los antidisturbios para enfrentarse a los trabajadores de los astilleros.
Cuando finalmente los encuentran listos y con la consigna aprendida, les abren la puerta de toriles a la voz de: "¡Anda p'allá Tomás, y enséñales quién va a cerrar la terraza!"
Esa es la única manera de la que me explico que en una primera reunión en la que se debía elegir el presidente de la comunidad, se presentase un voluntario y saltesen: "¿Pero acaso es usted propietario?" No hombre, no. Este joven no es propietario, tiene por vicio colarse en las bodas e ir a las juntas de vecinos como el que va al cine de verano: a sentarse en sillas de madera y quedarse con el culo a rayas.
No hubo grandes absurdos excepto por el alboroto que se formó cuando un señor se cayó al suelo sobre los restos rotos de su silla de madera, y cuando otro sentado en la última fila se alzó después de media hora de explicaciones presupuestarias, diciendo: "Espérese y no nos líe, que no tengo claro lo que quiere decir con esta partida porque oigo mal por un oído". ¿Y si se sienta un poco más adelante, caballero? Quizá lo entienda usted mejor.
Esta mañana me han prevenido para que espere sesiones en las que después de dos horas de tediosa discusión, alguien diga: "Venga, vamos a votar, que no avanzamos", la propuesta se apruebe por unanimidad; y para que me resigne a una comunidad la de un amigo, en la que como los vecinos del bajo y el primero no querían pagar la instalación del ascensor, el resto decidió ponerlo con llave. Un mes después el vecino del primero les convocó a todos para quejarse por la "falta de solidaridad" de los demás, que no le dejaban coger el ascensor cuando iba cargado con la compra.
9 comments:
Cuando se presenten los picolos, gas lacrimógeno en mano, y tú señales al del acristalamiento desde debajo de la mesa en la que te escondes, me lo cuentas.
(menos el gas, todo cierto)
lo del presidente no está mal preguntarlo, que yo conozco a uno que le hicieron presidente de su comuidad y estaba de alquiler...
Y no se puede no convivir con nadie, verdad?? Yo elijo a unos cuatos y el resto a kilometros de mí... no? Ahhh! que si que se puede pero hay que tener muchas pelas, no?? cachiiis!
Luego me dicen que no soy sociable, pero es que luego pasa lo que pasa...
Qué buen rollito, no?
He pasado por unas cuantas juntas de vecinos. Las que van por esos derroteros son divertidas si uno tiene la suficiente paciencia. Pero ahora es cuando me siento realmente como pez en el agua. Nueve vecinos, a cual más joven y con menos ganas de perder la tarde en estúpidas discusiones. Algunas veces hasta terminamos las reuniones tomándonos una cervecita en alguna terraza para echarnos unas risas del administrador. Si te apetece un día te invito y montamos una juerga-reunión para que no pierdas la esperanza ;-)
Vaya jeta el del primero. No paga el ascensor y luego que si "solidaridad"...
En mi Comunidad, después de años de batallas campales, hemos llegado al absurdo de tener DOS Presidentes. Cada vecino paga al Presidente-administrador de su cuerda. Servidorm que ya no quiere líos, paga la comunidad cada mes por duplicado. Y así será hasta que decidan los Tribunales. Para llegar ahí no imaginas lo que han sido las Juntas. Yo llegué ya instalada la bicefalia (bicefálica) y no he tomado partido, pero nunca me he sentido más rondado.
Tómalo con calma.
Borja
¿Dónde quedaron los sorteos de la plaza de garaje, Eride?
Dr., algo habría hecho el inquilino para que le deseasen tanto mal.
Marina, Jesulín lo intentó antes que tú y acabaron colándosele los fotógrafos. No, no se puede.
Tony, ¡y esto fue solo para aprobar la junta directiva! El día que haya que aprobar una derrama me llevo el bate de béisbol.
Dorian, si es por tomar algo y lo prefieres, vamos a tomarnos una botella de Jack Daniel sentados en un sofá.
Prich, ése es de los de "el portero limpia mejor el descansillo del vecino del tercero que el mío".
JAJAJAJA, Borja, lo siento pero es que lo esperpéntico de tu comunidad es de traca. ¿Y nos has pensado convertirte el Tony Blair de los vecinos que estén como tú y abrir una tercera vía?
En mi comunidad (que ya es vieja) tenemos un jubilado que dedica su mucho tiempo libre a pedir presupuestos (¡para todo: jardines, puertas, luces...!) y acaba "impugnando" las actas. Eso cuando no intenta pegar al administrador. Es impagable el tipo
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