El viernes por la noche llegué a casa prácticamente dos horas y media después de haber salido del recinto del festival, frustrado por la odisea del viaje de vuelta aunque que poco podía hacer con ese sentimiento salvo ahogarlo entre rebanadas de pan de molde, sucedáneo de pavo y tomate ketchup.
Gracias a este particular desayuno pude dormir del tirón hasta la una y cuarto, hora a la que bajé a hacer la compra por Tribunal mientras buscaba cómplices de agotamiento mirando las muñecas de la gente. A esas horas, pocas pulseras había.
Comida precocinada, siesta, cocinado 4 bocadillos idénticos a base de lomo, queso, tomate y pan de chapata (el sábado me tocaba a mí hacer de madre y preparar la merienda), y para Boadilla.
Aunque habíamos quedado a las 20:00 para llegar a tiempo de ver a los Editors, yo me dejé caer cerca de las 19:15 porque quería, sin mucha convicción, ver a los 1990s. Así me pasó, que de camino vi la actuación de The Hidden Cameras y aunque no soy un gran fan de este grupo, me quedé atrapado por una puesta en escena tan humilde como atractiva, y por una música pegadiza y bailable.
Este personaje que antes de romper a sudar pesaba 120 kilos, me hipnotizó desde que salió. Actuaba como un mimo pero no daban ganas de subir a pegarle una paliza. Increíble.
Antes de que terminasen recibí un mensaje de Iván, uno de los más de 200 que nos mandaríamos el fin de semana entré él, Dwalks y yo, para avisarme de que ya estaban en las primeras filas del escenario de los Editors. Nos reunimos y comenzó el concierto.
Los dos discos de estos mozos me gustan mucho, muchísimo. Es lo normal si eres fan de Interpol, ya que lo que los ingleses hacen, los neoyorquinos lo vienen practicando desde hace unos años. Eso sí, hay veces que las manchas de toner que aparecen en la fotocopia la hacen más atractiva que el original.
Tocaron hit tras hit mientras el vocalista alternaba sobreactuación a la guitarra con sobreactuación al piano (¿por qué un piano, si apenas se oía?) Entiéndaseme que esto de la sobreactuación no es para mí un aspecto negativo, que me encanta que los artistas sean estrellas y no como mi vecino del tercero.
Superafavor del histrionismo.
Este es el tal Tom Smith tocando unos acordes de guitarra muy comedido, como podéis ver.
Vimos este concierto entero (uno de los pocos en todo el fin de semana) y fuimos a ver a Lily Allen. A esa misma hora tocaban el Sr. Chinarro, con quien tenía ganas de cantar “Esplendor en la hierba”, y los Guillemots, quienes en su último concierto en Madrid me habían dejado con la misma sensación que tengo al bajar de una montaña rusa: quiero volver a subir inmediatamente.
Con estas dudas escuché los dos primeros temas, comprobando cómo el escenario se hacía demasiado grande para ella, su sección de viento, su guitarrista reggae, y su amigo a cargo de la caja de ritmos y los teclados.
A punto estaba de darme la vuelta cuando la Allen, botella de cerveza en la mano, cogió una de ¿whiskey? con la otra y preguntó si podía tirársela al público. Ante el peligro de abrir más de una cabeza, un encargado paseó la botella por las primeras filas mientras Lily decía “Emborrachaos, que esta la pago yo”. Generosa.
El caso es que a partir de ese momento el concierto subió, subió y subió, a pesar de que entre cada arreón utilizase los trucos populistas que aborrezco: que si Bush malo, que si Barcelona caca,… Sí me hizo gracia que hablase del colín que se gastaba su exnovio, de lo puta que era una excompañera de estudios, y los juegos que se traía con un aparato que hacía ruiditos de disparos, sirenas y demás sonidos que ya trae casi cualquier aparato a pilas que vendan en los chinos. Al final fue de lo mejor del fin de semana.
Esta es Lily. Descalza y con un vestido bien amplio. Son diez segundos solo porque yo no tengo paciencia para grabar vídeos, pero fijaos en el bailecito de los chicos de la sección de viento y en el pijama del rasta. Impagable.
A partir de aquí, vuelvo a abreviar, que esto se me está yendo de las manos.
Al terminar Lily fui a ver a PJ Harvey, que también me gusta mucho y que iba monísima con un vestido blanco boda Locomía, pero salió ella sola y después de dos buenos temas a la guitarra la cagó sentándose al piano. No se le oía nada porque el bajo de Phoenix, que estaba tocando a varios cientos de metros de allí, se la comía entera, por volumen y por ritmo. Fuimos muchos los que acudimos como ratas al toque de su flauta. Valoración: Phoenix bien (solo bien); PJ Harvey aburrida (decepción).
Tras un breve descanso para cenar algo fuimos a ver a Astrud. Lo intenté con ellos porque su disco me parece bastante defendible, pero después de las primeras canciones caí víctima de un aburrimiento supino y huí a hacer cola para ver a Arcade Fire. Los muy fans lo pasarían muy bien, de hecho me contaron que en cuanto me fui aquello se convirtió en una orgía, pero mi experiencia fue que si no te sabías las letras de las canciones, te quedabas más frío que Walt Disney. Regular bajo.
Genís con actitud de Genís y Manolo moviéndose muy rápido.
Los Arcade Fire, las estrellonas del fin de semana, tampoco me convencieron. Sus discos son de los más escuchados en mi iPod, pero arrastran tanta gente que no pude verles bien. Esto, sumado a que tocaron con la rueda del volumen hacia la mitad, hizo que viviera todo demasiado distante y que algunas muestras de integrismo con el grupo me pareciesen ridículas.
Así las cosas, antes de que acabasen me fui con Iván para coger sitio para ver Bloc Party. Fue un buen concierto pero del que creo que todos esperábamos algo más. No llegó a romper en ningún momento, así que también me fui antes de su conclusión a ver a la fábrica de hits que es LCD Soundsystem.
Un negro cantando con Bloc Party.
Este sí que fue, en mi opinión y con permiso de Fernando Argenta, El Conciertazo. Por primera vez en todo el fin de semana bailé sin control, grité hasta que se me quebró la voz, y me abracé a los que tenía cerca.
Si James Murphy fuese boxeador y tuviese que enfrentarme a él, me daría igual que me golpease con un gancho con la derecha, con un jab con la izquierda, o con un cabezazo, porque tiene tal pegada que al primer impacto caería sobre la lona.
Si sus temas suenan redondos en el CD, sus arreglos para el directo dan tal gustirrinín en la nuca y en la planta de los pies, que sería capaz de hacerme pis encima. Su batería, espectacular.
En cuanto acabó, corriendo a ver a los Scissors. Después de ver el concierto de la Riviera no podía perdérmelos, y como quería bailarlos, yo solito me fui metiendo para dentro hasta que casi me colé en el coño de la Matronic. Me lo pasé como un enano, aunque al haber perdido el efecto sorpresa la impresión fuese menor. Muy bien.
Al final Iván y yo rematamos con unos poquitos DJs de más (a ver, esto es por 2manydjs) y para casa en el coche de Dwalks, que es un amigo.
(Se notará que desde Lily Allen he corrido un poco, pero es que esto se estaba haciendo más largo que el propio festival).
11 comments:
No entiendo cómo sigues sin hacer referencia al eructo universal de la lanzadera.
Dicen que el cantante de los Editors y el de Muse van a participar en la final de un concurso llamado "extreme bizarre on-stage histrionism".
Con lo buenos que me parecen Bloc Party, qué pena que el cantante sea negro, ¿verdad?
Fantástica crónica, chato, as usual.
Abrazos.
no comparto lo de lilly, a mi me pareció una pedorra.
por la calidad decreciente de las fotos que has puesto, me reafirmo en que tienes un pedo muy malo.
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El de arriba soy yo, que estoy practicando mi portugués. Por cierto, ¿te he dicho que meñana me voy a Estoril?
Abrazos, majo.
vale ya esas vacaciones eternas, no wouldy?? ;)
Hooooooooolaaaa, ¿hay alguien ahí?
Ya te vale, Would.
Ves lo que pasa cuando no actualizas en un trienio? Hasta spam portugués te sale, qué fuerte... Ah, no, que es Iván!
hola??????????
Estooooo...
Que ya volveré por aquí el año que viene, si eso.
Cómo era esto?... te limpio el polvo y yo puedo ir haciendo fiestas por aquí... Es que tengo muchísimas faena, y te sueles encargar mejor tú de esas cosas...
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