Thursday, October 28

fauna humana: I. Suburbana (y iii)

Tedio. Ya me propuse no volver a escribir por entregas porque me aburre recurrir al mismo tema, y porque imagino lo que debe suponer para quien recale en este remanso de insania. La elección es difícil: colgar un post de 50 cm (estilo Dwalks y su odisea en Newark o Canarias 2004), o desterrar durante más de una semana o dos cualquier atisbo de sorpresa y originalidad. Cuestión de momentos.

- El sobao. Categoría: tirado. Aunque pertenece a la misma categoría que el borracho, se le distingue sin dificultad por su caída de ojos nada seductora que suele ir seguida de la caída de la cabeza entera, hasta que el cuello no da más de si, y se produce un efecto rebote y choque de la coronilla con la pared. Tan curioso como divertido.

- El niñato. Categoría: tirado (populosa categoría, sí señor). Cubren el suelo del vagón en torno a las puertas que no se abren. Sus animadas conversaciones sobre los botellones en los que se ponen hasta las cejas de minis de calimocho (¿dónde quedó el agua de Valencia?), están a la altura de su insolencia cuando se les pide paso porque están molestando. Sus complementos favoritos: móvil con el que jugar, camiseta del Ché y carpeta de apuntes forrada con dibujos de hojas de marihuana.

- El artista. Categoría: Mendigo La ver. 4.1. del mendigo en su evolución darwiniana natural incorpora flautas peruanas, guitarras, acordeones, CD-player portátiles y panderetas. Evolucionados para subsistir, superan con creces la ver. 3.0 (poeta que recita en el vagón), o la obsoleta ver. 1.2 (mendigo que recurre a remover lo peor en nuestra conciencia para obtener unas monedas de nuestros bolsillos).

- El dubitativo. Categoría: Desconfiado. Caminan seguros por los pasillos, pero cuando se acercan al pie de las escaleras mecánicas, se detienen y permanecen mirando pasmados cómo los escalones, con sus rayas y su hipnótico brillo metálico, avanzan inicialmente como una cinta y luego se levantan. Uno, y otro, y luego otro. Pueden pasar tres o cuatro hasta que eligen el suyo, al que se suben de un saltito. Una vez en el escalón sienten el alivio de una dura prueba superada y la excitación de saber que al final de la escalera les espera la complicada tarea de bajarse de ella. Provocan estados de crispación aguda en los correpasillos comunes.

- El peregrino. Categoría: Dwalks. Categoría en honor del autor de su aguda descripción en el comentario de la segunda entrega: "Mi actitud consiste en meterme en el último vagón de Gregorio Marañón e ir caminando hacia delante durante el trayecto hasta Alonso Martinez, con el único fin de bajarme en el primer vagón porque me viene mejor esa salida. El problema es la cantidad de bandazos que pega el tren durante su recorrido, provocando sucesivos rozamientos pélvicos con los pasajeros que están quietos". Cuidado Dwalks, he visto denuncias de acoso sexual por mucho menos que eso.

Vendedores de la ONCE, vigilantes de seguridad, manteros... quedan muchos por glosar y muchos más por catalogar. Sólo hay que abrir los ojos. Os animo a ello.

Monday, October 25

fauna humana: I. Suburbana (ii)

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Antes de continuar, y a modo de introducción de esta segunda entrega, quisiera recordar que lamentablemente, todo lo aquí escrito ha sido extraído de la realidad, aunque en muchos casos hubiese sido un placer poder decir eso de "... y cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia":

- El lector. Categoría: cultureta. Individuos inseparables de sus ejemplares del El Señor de los Anillos, El Código da Vinci y Los Pilares de la Tierra, que cuando relajan sus pretensiones culturales en beneficio de las informativas y se compran el periódico del día, suelen ser parasitados por uno o varios individuos molestos de los comúnmente conocidos como "lectores por encima del hombro", especialmente si se trata de prensa deportiva.

- El sucio. Categoría: hediondo. (Hediondo: 1. adj. Que despide hedor; 2. Que resulta moralmente ofensivo u obsceno). Su variante matutina comprende: no ducha + no cepillado de dientes + café solo + cigarrillos = alitosis severa acompañada de principios de podredumbre en las axilas. La variante vespertina incluye además: limpieza de uñas in situ, con aplicación a narices y orejas, con la sola ayuda de sus habilidosos dedos (he visto prestidigitadores mucho más torpes, lo reconozco). Aviso: no acercarse. Peligro de nauseas o desmayo.

- El diyei. Categoría: ¿qué, que no? Cazadora bomber verde o negra de Alpha Industries, crestas a los lados de la cabeza formando una corona/cenicero, pantalones vaqueros azules de pitillo, zapatillas deportivas de última generación, y auriculares, cuanto más grandes mejor, que ponen a todo el vagón a ritmo de PUM-PUM, PUM-PUM progressive-techno-house-electrónico-rythm&jump-chunda-choni. Su confianza en sí mismo hace que piense que esta es la mejor manera de atraer a las nenas que haya en el vagón. Presenta incompatibilidades con el lector.

- El borracho. Categoría: tirado. Justo antes de entrar en el Metro, pronunciaron su último "¿Qué, tomamos la penúltima?" del día. Bien por su propio pie, bien porque un amigo los haya dejado allí, parecen marionetas con las cuerdas rotas en los asientos, sin destino, sin rumbo, únicamente pasando estación tras estación hasta que el tren de la vuelta o alguien les despierte para preguntarles dónde quieren bajarse. Provocan más compasión que rechazo, si bien la variante "Asturias patria querida" produce justo el efecto contrario.

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Thursday, October 21

fauna humana: I. Suburbana

Hace unos tres años, en la inauguración de una línea o en la apertura de una estación de Metro, Francisco Umbral (Yo he venido aquí a hablar de mi libro), dijo que el Metro era la carroza de los pobres. Esto indignó a muchos, que deben considerarse muy ricos, o a los que el Metro debe parecerles mucho más charming que el taxi.

El caso es que a mí, a lo que me recuerda el Metro de Madrid, es a una reserva natural humana. Cada vez me parece más estar dentro de una de las películas de Mad Max: individuos de todos los pelajes confluyen en los pasillos del Metro, conviviendo en armonía la mayoría de las ocasiones. Existe un equilibrio entre las categorías humanas que circulan por allí, y que sin llegar a la antropofagia, mantienen ese equilibrio de manera basculante, donde la mayoría la posee un grupo u otro en función de si el lunes a las 8 de la mañana o viernes a las 22.00.

Estos son los 12 grupos más representativos que he encontrado a lo largo de mis años de viajes:

- Beep-beep o correpasillos común. Categoría: Velocidad. De estos hay un montón. Gente que va con toda la prisa del mundo porque bien han tardado más de lo que pensaban en hacer de vientre por la mañana, o porque ese día han olvidado programar el vídeo y se están perdiendo el comienzo del capítulo de Friends. Para que les dejes pasar, suelen ponerte la mano en el hombro, el lomo, o te empujan directamente.

- El perseguidor de puertas. Categoría: Obsesivo. Esa persona que espera al tren, de pie sobre la línea amarilla y mirando el cartel para ver cuántos minutos quedan para que llegue, y que cuando queda un minuto, mira a su reloj descontando los segundos. Aparece el tren, entorna los ojos y fija su mirada en una puerta, elección tal vez aleatoria, y ya no la levanta de allí. Mientras el tren entra en la estación frenando, el perseguidor de puertas, comienza a caminar o correr a lo largo del andén según la velocidad del tren. Nunca te interpongas en su camino. Distraerles de su objetivo puede desencadenar episodios de histeria.

- El sprinter. Categoría: Obsesivo/Velocidad. Probablemente, la evolución natural del perseguidor de puertas. Cuando una puerta del tren se coloca delante de uno de estos sujetos (si no es que se la ha perseguido antes), se aprietan contra ella, agachan la cabeza y.... antes de que salga nadie del vagón, ellos ya se han sentado en el único asiento libre que quedaba, dejando el camino sembrado de ancianos y carpetas de estudiantes esparcidas por el suelo. "Te jodes chaval, paró la música y tú te has quedado sin silla. Estás eliminado", parecen decir con su mirada triunfante.

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Monday, October 18

cinefagia

Ayer volví a equivocarme. Tenía dos películas para ir a ver: “Super Size Me” y “Hellboy”. Elegí la segunda: MAL.

De siempre me han gustado las películas de acción. Cuantas más patadas, puñetazos y tiros, mejor. Supongo que el gusto por las patadas lo cogí viendo películas de Bruce Lee; por los puñetazos, con las de Bud Spencer (bueno, también los tortazos con la mano abierta); y por los tiros, viendo al Equipo A. Hoy es algo con lo que tengo que vivir, aunque tampoco me avergüenzo de ello.

Soy fan del cine comercial, cuanto más de masas, mejor. Mis películas favoritas de cine moderno son las que uno puede esperar de alguien como yo: Gladiator, Braveheart, Matrix (la primera) y ¿¿Moulin Rouge?? Aunque también soy capaz de tragarme, como ya he contado, películas chinas en las que no sucede nada en 2 horas de metraje, por puro placer visual y estético.

El caso es que ayer opté por Hellboy, una película donde un demonio rojo que se afeita los cuernos como los toros, y sus colegas, que perfectamente podrían ser miembros de los X-Men, hacen la misma labor que Will Smith en Men in Black: trabajar para el gobierno americano eliminando seres de otros mundos. Demasiadas referencias y pocas cosas nuevas.

Después de 2 horas y 10 minutos de saturación de colores, sonidos e imágenes impactantes, sales del cine preguntándote... absolutamente nada. Sólo es cine entretenido para pasar el rato y que no te quita las ganas de comerte un Big Mac a la salida, si es que se tiene alguna.

Perfecto para alguien que no busca la redención a través del cine y que no soporta el endiosamiento autodestructivo de las referencias del séptimo arte español.

Thursday, October 7

humanidad


Gracias a Dwalks descubrí el gran talento de Coupland. Buenas novelas asequibles para alguien con dificultades para descifrar textos que no incluyan ecuaciones en dos párrafos seguidos, ni gráficos de barras.

En Life After God encontré un tema que aparece de nuevo en Hey Nostradamus! y que utilizo con alguna frecuencia para hacer ejercicio mental: ¿Qué es lo que nos hace humanos? ¿Qué nos diferencia de los animales?

Generalmente no consigo más que acabar con dolor de cabeza y de mal humor, y esto no me diferencia mucho de los monos que aparecen en los documentales, y los ataques de frustración violenta que sufren cuando no alcanzan el plátano que el científico desaprensivo les ha colgado, a la altura justa, para que lo acaricien pero no puedan agarrarlo.

Si no recuerdo mal, Coupland encontraba diferencias en que los humanos escribimos, fumamos y hacemos fitness. Totalmente cierto, demoledoramente básico. Bueno, yo ni siquiera fumo, así que eso me deja un escalón evolutivo por debajo, supongo.

¿Y?

Llevo media hora con el post abierto, solo se me ha ocurrido que yo llevo corbata y ya me está entrando el dolor de cabeza. Recordadme que no vaya al zoo, no sea que no me dejen salir.

Monday, October 4

un lunes cualquiera



6:25 Suena el despertador. Después de un buen fin de semana en el que he dormido tan poco como en los anteriores, hay que madrugar. Hoy a las 8 empiezan las clases de inglés (debo perfeccionar mi Gelou, ai am Would) y no puedo llegar tarde.

Estoy muerto de hambre y de sed. ¡Mierda! ¿Quién coño se ha acabado el zumo de naranja? Me como un kiwi y voy corriendo al baño. Uyyy, qué bien se queda uno. Ahora a ducharme. Me desnudo y veo en el espejo una marca en el hombro que el médico no debería ver. ¿El médico? ¡Mierda otra vez! Hoy tengo reconocimiento y ya he desayunado ¿daré positivo en kiwi en el análisis de sangre? ¿Y con qué lleno ahora el bote de la muestra de orina si ya no me quedan cervezas del Carrefour?

7:15 Estoy en el Metro. Hace calor y tengo mucho sueño. Subo al tren, avanzamos dos estaciones y caemos en la casilla de la cárcel. Perdemos dos turnos y nos tenemos que bajar porque hay una avería. ¿Ya he dicho ¡mierda!?

8:20 Se arregla la avería. Mis compañeros de clase se estarán diciendo Good morning y yo me entretengo viendo pasar dos trenes en los que solo se adivinan manos y caras aplastadas contra los cristales. Se abren las puertas y ¡PLOP!, parece que hayan descorchado una botella de cava. Subo al tercer tren que pasa, maldiciendo y con ganas de romper algo.

8:50 Llego a la oficina. ¡Buenos días! le digo a mi jefe. "Would, necesito el presupuesto" contesta él. ¡Mierda, lo olvidé!

10:00 Estoy en la clínica listo para el reconocimiento médico.

11:40 Sigo listo para el reconocimiento, pero parece que soy el único que se ha dado cuenta. ¿Cómo puede ser que tengan a la gente con un bote caliente con su orina entre las manos y el estómago vacío desde las 6 y media de la mañana?

A mi derecha tengo una compañera de sufrimiento que me va a volver loco. Lleva desde que he llegado rascándose la cabeza. Ris-ras, ris-ras, ris-ras. Se va a meter el dedo por la nuca y lo va a sacar por la boca.

Hace un descanso con el dedo y comienza a dar golpecitos en el suelo con el tacón de los zapatos. TOC-TOC-TOC, TOC-TOC-TOC.

Y ahora todo junto: Ris-TOC-ras, ris-TOC-ras, ris-TOC-¡¡¡¡SEÑORA, POR DIOS!!!!

Enfrente tengo una pareja de unos 33 años. Él, que viene de acompañante, le mira a ella a los ojos, le habla a la orejilla y la besa en los labios... otra vez.... y otra... y... ¡por favor, que alguien me traiga un café solo! ¡Y sin azúcar, que el dulce me lo ponen estos dos!

En fin, que paso a la consulta, me tengo que desnudar, me meten algo en las orejas, me ponen un hierro helado en la espalda y me sacan la sangre. ¿Esos guantes no son para una exploración rectal, verdad?

Al menos me dice que mis 44 pulsaciones por minuto son buena señal y que al haber adelgazado 3 kilos me he quedado en mi peso ideal. Algo bueno tenía que pasar.