Monday, October 18

cinefagia

Ayer volví a equivocarme. Tenía dos películas para ir a ver: “Super Size Me” y “Hellboy”. Elegí la segunda: MAL.

De siempre me han gustado las películas de acción. Cuantas más patadas, puñetazos y tiros, mejor. Supongo que el gusto por las patadas lo cogí viendo películas de Bruce Lee; por los puñetazos, con las de Bud Spencer (bueno, también los tortazos con la mano abierta); y por los tiros, viendo al Equipo A. Hoy es algo con lo que tengo que vivir, aunque tampoco me avergüenzo de ello.

Soy fan del cine comercial, cuanto más de masas, mejor. Mis películas favoritas de cine moderno son las que uno puede esperar de alguien como yo: Gladiator, Braveheart, Matrix (la primera) y ¿¿Moulin Rouge?? Aunque también soy capaz de tragarme, como ya he contado, películas chinas en las que no sucede nada en 2 horas de metraje, por puro placer visual y estético.

El caso es que ayer opté por Hellboy, una película donde un demonio rojo que se afeita los cuernos como los toros, y sus colegas, que perfectamente podrían ser miembros de los X-Men, hacen la misma labor que Will Smith en Men in Black: trabajar para el gobierno americano eliminando seres de otros mundos. Demasiadas referencias y pocas cosas nuevas.

Después de 2 horas y 10 minutos de saturación de colores, sonidos e imágenes impactantes, sales del cine preguntándote... absolutamente nada. Sólo es cine entretenido para pasar el rato y que no te quita las ganas de comerte un Big Mac a la salida, si es que se tiene alguna.

Perfecto para alguien que no busca la redención a través del cine y que no soporta el endiosamiento autodestructivo de las referencias del séptimo arte español.

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