Friday, December 10

10 clásicos navideños

1. El anuncio de Freixenet. Las alegres burbujitas y el niño con esquijama de otros años han sido sustituidas por un tío con una sonrisa que lo mismo serviría para anunciar dentífricos que para disimular el esfuerzo para evitar que se le escape un gas.

2. El turrón. Lobos sin Caperucitas y familiares exiliados nos llenas las casas en estas fechas. Por no hablar de las monjas inventoras del turrón de arroz con leche. Unas auténticas Arzak del ladrillo hipercalórico.

3. Atascos en Preciados. En estas fechas se celebra en esta comercial calle de Madrid el casting para la nueva edición de Operación Triunfo y de los extras para las hordas de orcos del Señor de los Anillos. Yo desde luego, no me pierdo esta oportunidad. ¿Alguien quiere, por favor, llamar a los agentes de movilidad?

4. El Mensaje del Rey. Un borbónico repaso a lo que ha sido este año que invade todas las cadenas de televisión generalista a la misma hora. Una pena que no sea después de comer, ahora que no hay ciclismo, ayudaría a conciliar el sueño.

5. La lista de regalos a los Reyes. Muñecas con aparato digestivo e intestinal y coches con su completo taller mecánico, se resisten a la invasión troyana de lo japonés, envasada en violentos videojuegos (a favor) y muñecos de estética más que discutible y capacidades hawkianas.

6. La película de Disney. Este año se ha adelantado un poco, pero seguro que Los Increíbles serán una ayuda a los padres para que endorfinen a los niños en estas fechas.

7. Los especiales de fin de año. Recientemente he recibido un mensaje: “Este año, cuando Ramón García diga a todos los españoles ¡Feliz 2005!, habremos de contestar al unísono: ¡Por el culo te la hinco! Teniendo en cuenta que esta oportunidad no reaparecerá hasta 2025, deberíamos esforzarnos por hacerlo bien”. Nos tragaremos de nuevo a Cruz y Raya, las canciones de Francisco, Julio Iglesias y Juan Pardo (“Caballo blanco” seguramente), y los potajes que montan con actuaciones del año terminado.

8. El sorteo de lotería. Normalmente la ilusión termina a las 12 de la mañana, momento en el que nos volvemos a cagar en el calvo que siempre sopla, pero nunca nos trae la suerte a nosotros. Aunque siempre queda interés por ver cantar a los niños y el disfraz que se ha puesto el excéntrico de todos los años, el Manolito el del Bombo de los sorteos de Navidad.

9. Las cenas de Navidad. La ocasión para reunirse entre amigos del: trabajo-gimnasio-fútbol-la sierra-universidad-familia. Dios me ha permitido pasar todos estos años sin un ataque de gota (la carne y el marisco son jodidos) y le doy gracias por ello. Confío en que un año más me permita castigarme durante 20 días de recebo sin que me queden más secuelas que unos centímetros en el perímetro pancil.

10. Los propósitos para el año nuevo. En 2005 me voy a apuntar al gimnasio, voy a dejar de fumar, voy a leer más, voy a hacer más caso a la familia y toda esa mierda que lo único que hace es que se multipliquen las ventas de los libros de autoayuda (se merecen un post para ellos solos) y que no haya quien entre en mi gimnasio durante un mes por que la gente que sale de comprar en Preciados va a entrenar allí.

Por cierto, hablando de dejar de fumar: incalificable el cartel de 3x5 metros que hay en el suelo de la estación de Gregorio Marañón recordando la prohibición. Acorde con las señales de 40 cm de diámetro que hay en las entradas de la estación de Alonso Martínez.

Se me ha acabado la lista y no he puesto los villancicos. ¿Os siguen llamando los niños a la puerta de casa para daros el coñazo y pediros dinero? A mí sí.

1 comment:

Anonymous said...

Tu lo has dicho, los libros de autoayuda se merecen un post propio. Pues dicho y hecho acabo de recuperar del baul de los recuerdos un cuento que escribí hace un año o así. Espero que te guste...
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Odio los libros de autoayuda. Es algo visceral, inevitable, su propia condición me hace aborrecerlos. Ni siquiera su denominación es afortunada: A-U-T-O-A-Y-U-D-A. Quiere decir esto que, por ejemplo, el Profesor R. Jenkins, un triste sesentón con el título de sociología por la Universidad a Distancia de Idaho, se ayuda a sí mismo mientras escribe un
libro vulgar? Que consigue que sus lectores sean mejores personas mientras leen las páginas más mediocres jamás escritas? No, creo que no.

Sin embargo hay algo fascinante en su propia naturaleza, algo que hace que sea la primera sección que visite al entrar en cualquier librería.

Gracias a ellos conseguí besar a mi primera novia a los doce años con la soltura de un galán de los años dorados de Hollywood, superar mis problemas de autoestima entre los quince y los diecisiete (sí, soy gordo y
calvo, pero feliz), controlar mis zonas erróneas durante los veintitantos (el ser humano es maravilloso y yo.... más) y proyectar una imagen de éxito profesional entrada la treintena. Si bien no todo fueron éxitos (nunca logré
saber quién se había comido mi parte del queso, ni siquiera entender por qué las mujeres son de Venus y los hombres de Marte...) soy lo que soy gracias a ellos: escritor de libros... de autoayuda, claro. Tiene gracia, odio
lo que me da de comer pero mientras como callo... bienvenido al peor invento de los últimos tiempos: Occidente.

Sabes? Llevo cierto tiempo intentando abrirme hueco en el mundo editorial del África negra pero hay algo que se me resiste. Creo que a ellos...en fin, les importa una carajo si su Yo inconsciente predomina sobre el subconsciente, no quieren saber cómo afrontar la pérdida de un hijo sin
perder la sonrisa, no muestran especial interés en saber cómo ser el mejor anfitrión en las fiestas de acción de gracias...ellos....simplemente....se mueren de hambre, de miedo, de sida. Y nosotros qué? Escribimos libros
de mierda aleccionando a la humanidad sobre cómo hacer de nuestra vida algo especial sin darnos cuenta que ese libro ya se escribió hace muchos años. Un libro sin portada, ni prólogo.... sin páginas, ni autor... el libro de
la vida de todas y cada una de las personas que han conseguido alcanzar sus metas sin joder al prójimo. Renuncio, lo dejo, me voy.
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Sombra