Monday, November 19

Como en casa en ningún sitio

Ya han pasado casi 6 meses desde que me trasladé al centro para vivir con Berlín. Durante el verano, mis padres estaban en la sierra y como no era la primera vez que me quedaba en Madrid para trabajar, ni siquiera me echaron de menos. Fue a la vuelta cuando empecé a notar que encontrarse mi habitación vacía y ordenada cada día, la misma habitación que solía tener 3 o 4 pares de zapatos por el suelo, las sillas llenas de pantalones y camisas, y la mesa llena de papeles, no les hacía especialmente felices.

Yo soy el pequeño de 4 hermanos, 3 años menor que los siguientes, y siempre pensé que sería el último en marcharme de casa y que esto sería un trago poco agradable para mis padres, que no han celebrado, ni siquiera por disimulo, la marcha de ninguno de mis otros hermanos. Egoístamente me alegro de que aún quede otro hermano en casa porque finalmente no me ha tocado a mí servirles ese trago.

Por mucho que la convivencia con mis padres se hubiera limitado a compartir la cena los días que no tenía fútbol, que no eran más de 3 a la semana, y a que me dijesen a la una de la mañana que me acostase de una vez, tenerme allí era una vía de escape tanto para mi madre, como para mi padre. Saber que yo estaba allí para escucharles les daba a ellos tanta paz como a mí nervios.

Ahora, cuando voy a verles, lo primero que hago es ir a mi dormitorio a dejar el abrigo como siempre he hecho, y comprobar que aún no hay nada que haya cambiado de sitio. Abro el armario, meto la cabeza entre la ropa que no me he podido traer, y la huelo para invadirme de recuerdos y naftalina. También miro con guasa cómo mi colección de discos va poco a poco siendo reemplazada por Il Divo, Francisco y Gloria Stefan.

Mi madre me cuenta que ya no deja la mesa del desayuno preparada por las noches porque yo ya no estoy y mi hermano sale corriendo de casa por las mañanas. Me dice que ahora tampoco se levanta para hacer el zumo, y que me lleve mi taza para que siga desayunando como en casa.

Al buen rato digo que me tengo que ir porque me esperan 5 camisas y varios trajes para que los planche y veo que los ojillos se ponen tristes. En palabras de mi madre, lo que tenía que haber hecho era llevarme allí las camisas arrugadas porque me las habría llevado planchadas, y como a esto no le encuentro sentido, cojo, agarro, y me llevo 3 kiwis, un queso, y un tupper de arroz con leche.

Me encanta la sensación de que las visitas a los padres son las únicas en las que puedo quedarme dormido después de comer sin tener que dar ninguna explicación, y en las que además siempre acabo llevándome comida en algún tupper.

Me despiden en la puerta con dos besos. Bajo a la calle en el mismo ascensor que me llevó al colegio, la Universidad y al trabajo durante tanto tiempo que ya podría haber aprendido a dar los buenos días, y salgo a la calle. Me abrigo bien porque en Madrid ya hace frío y pongo rumbo al Metro.

Al minuto de paseo un presentimiento me hace volver la mirada y encontrarme en la ventana del cuarto piso las siluetas de mis padres asomados para ver cómo me marcho. Les digo adiós con el brazo en el que no llevo la bolsa de comida y pienso cuándo volveré a por más.

14 comments:

Iván Payá said...

Capullo, ¿tú no eras un bruto insensible? Idiota, me has hecho soltar una lagrimilla...

Vete por ahí...

nanyu fonseca said...

joder, me has hecho rememorar sensaciones de principios del año 2005!!!!

Anonymous said...

Uff, qué penita da.

dwalks said...

¿por qué metes la cabeza en la ropa para olerla? un poco de jabalí eso, ¿no?

Anonymous said...

He conseguido contenerla, pero la lagrimilla estaba a puntito de escaparse! Qué triste!

Hans said...

Hostias, pero ¿qué os han dado hoy? ¿Queréis que suelte la lagrima, cabrones?

La vane said...

BUF POS NO SE, KON TO LO KE DICI MI VIEJA K LA DOY GUERRA, EL DIA K ME VAYA PAI KON EL YONA LE DA UN MAL SEGURO, PORKE ENCIMA NO TENGO HERMANOS ASINA K TU DIRAS. Y SIEMPRE ME KOMPRA DE TO PORKE SE HACERLE LA PELOTA . Y ME DICI K ME KOMPRE LA KASA CERKA DELLA ASINA K MIA TU

Anonymous said...

Con el paso del tiempo cuando abras tu armario de darás cuenta que ha dejado de serlo pq las mujeres - y las madres los son - son expansivas y los ocupan al menor descuido. Tu edredón pasará a ser de un color extraño y en tu cama aparecerán unos cojines que no estaban. Eso sí, como lo de los tuppers no cambia lo perdonas todo.

Nefelibata said...

qué bonito. y qué penita.

Olwen said...

Qué sensaciones tan extrañas eh? Cuando yo volvía de Madrid un finde al mes, tenía ese tipo de sentimientos y siempre acababan e mi maleta un par de tuppers o buen jamón envasado al vacío... Ahora que pienso, mi Kid-b Iván es quien regresa de Madrid en estos días, ¿le pasará lo mismo? Tengo que llamarle...

Bonita entrada Would, y felicidades por tu medio año de convivencia con Berlín.

Nacholat said...

joder! casi lloro. no te conozco pero qué post más triste, como resumes lo cotidiano. Tengo hijos pequeños, a los cuales les quedan 30 años para irse de casa, pero ... me has acojonado.
Fantástica la imagen de la ventana del cuarto con tus padres.

Anonymous said...

...Una siestecilla tras la comida, incluso en tu vieja cama. Tus antiguas estanterías para cd's ahora con los suyos. Ponerte las pantuflas cuando llegas. Tu madre comprando/cocinando el doble y llenándote tuppers. Tú saliendo de su (tu) casa como si vinieras del súper... Qué razón tienes en todo.

Un hurra por las madres y el hogar-dulce-hogar.

Marina said...

no voy a ser capaz nuncaaaaaaaaa! No hagas post vertiginosos de estos por favor!!!

dwalks said...

vale, supongo que me he llevado el premio al comment más disonante del año.

me da igual y quiero que sepa todo el mundo que hasta el año pasado, su madre no sólo se levantaba a hacerle el zumo, sino que se lo llevaba a la cama.

¿cómo os puede dar pena?