Wednesday, April 6

Reencuentros

Ayer me levanté sin saber si iba a dormir en Murcia, en Almería o en Madrid. Mi trabajo pide alma nómada, y yo soy más bien de espíritu sedentario, así que me he llevado un alegrón al enterarme de que no me tocaba viajar.

Tras una mañana bastante estándar, pensé que ya había pasado demasiado tiempo sin ir al restaurante japonés que queda cerca de la oficina y al que me llevó Dwalks para que aprendiese a comer con palillos, así que le propuse por correo un Nagoyismo, y tardó menos de medio en contestar que OK. Hoy el alumno ha superado al maestro, y mientras que él no recurra a los tramposos “palillos con truco” podré suplir la lentitud de mi mandíbula con la rapidez de mis dedos. Aunque también es cierto que, como él me recordó ayer, todavía me queda bastante para coger la mosca. Sifonazos de wasabi y lonchazos de jengibre son la seña de identidad de nuestros sushis y makis. Cool.

Un poco antes de salir a comer, también me llamó un reciente ex-compañero de trabajo para ver si tomábamos unas cañas al salir de la oficina. Un tío grande con el que he vivido grandes aunque cortas experiencias. Por supuesto acepté la invitación y a las 18:45 estaba degustando mi primera pinta de Foster’s. Estuvimos hablando un rato de trabajo y luego ya de nuestras cosas. Así, como quien no quiere la cosa, antes de las 20:30 ya habían pasado por el pub José Mª Fidalgo, el gigantesco representante sindical al que le abrieron la cabeza de un banderazo en una manifestación; el Wyoming, que de grande ha pasado a pequeño gracias a la televisión pública; y otro actor del que no recuerdo su nombre y que trabaja en una serie de Tele5 de las que no veo.

Luego, en el metro, me he encontrado una vieja compañera del gimnasio con la que tuve un rollo raro. Quedé cuatro veces con ella en las que la cosa fue de mal en peor. Se ve que sin el brillo del sudor en los músculos los dos somos menos atractivos. Eso y que su vida era un rollo insoportable, así que una vez mitigada la tensión sexual, no volvimos a vernos el pelo. Hoy no hemos hablado casi, mejor así, no me interesaba mucho volver a oír que el niño llora, que la abuela fuma y que el gato araña el sofá.

Ayer fue un día extraño y fuera de rutina. Me encantó que fuese así, pero no debo repetirlo a menudo, no sea que pierda su encanto.

Nota: Este post va dedicado a Berlín, que no le gustaba que le recibieran unas tetas suecas en mi blog.

6 comments:

dwalks said...

a todos los lectores de silent shouts:

que sepan que would es el ser humano con más tolerancia al wasabi que he conocido (es una salsa hiperpicante de rábano, para los no iniciados) . se lo pone en los makis y sushis como si fuera nocilla y, salvo alguna contracción involuntaria de alguna de sus aletas nasales, no parece sufrir mucho

_R_ said...

Arrghhh nosoporto el wasabi, no no, duele! no le veo la gracia. No es algo sabroso, simplemente anestesia para el paladar! De todas formas soy muy contrario a todo tipo de salsas y aliños.

Troy said...

Todavía estoy intentando dilucidar si el wasabi es una salsa... es demasiado consistente para considerarlo como tal. ¿Podemos llamarlo crema?

Pd: Muy a favor de que los pechos de Magdalena de Suecia me diga "Welcome to Silent shouts"

would said...

dwalks: Me encanta ver tus lágrimas cuando te pasas con el wasabi.

_R_: Es verdad, creo que el wasabi también lo utilizan los dentistas. Por cierto, tienes que probar la salsa para hamburguesas de Calvé. ¡Es la del McDonalds!

Troy: Jajaja, las tetas de Magadalena daban vidilla. Bueno, vamos a ver que encuentro para otro día, aunque me pueda costar el "divorcio".

Tony Tornado said...

Me encanta el wasabi. Te reto a un concurso de tolerancia al wasabi!!!!!
Salsa para hamburguesas calvé. mi tesooooooooooooro, Tiene que ser mía. ¿Se llama así?

Me voy corriendo al super...

would said...

No corras, Tony, yo he agotado las existencias de todo Madrid.

Ahora hasta el café me sabe a Big Mac.