Después llegar ayer a mi casa a eso de las 00:30 y quedarme despierto hasta más de la 01:30 para ver cómo un par de elementos se daban lo suyo a base de bien en La Granja (“¡Qué pinga más rica!” lo resume todo), hoy me he levantado a las 05:00 para irme para Almería a hacer de nuevo de au pair (¿se escribe así?), acompañando a un señor mayor que afortunadamente no tenía ningún vicio raro.
Nada más despertarme, y justo después de estampanar el mando de la tele contra el suelo porque pensaba que era el de la cadena de música y que no funcionaba para apagar el despertador, me he levantando con un pie que juraría que era el izquierdo, no por nada, sino porque me ha parecido ver el dedo gordo a la derecha de otros cuatro más pequeñitos.
He cogido la ropa sucia del día anterior, he pasado por la cocina, y la he tirado a la basura. He puesto un tazón con leche, azúcar y Cola Cao a calentar en el microondas. He dado media vuelta hacia el cubo de la basura, he recogido la ropa sucia y la he echado a la lavadora. Así, sin mover una ceja.
Me he ido con otro montón de ropa a la ducha y me he metido debajo de la alcachofa a recibir un agua bien, pero bien calentita. Demasiado para ese amago de persona que era yo a esas horas, así que he girado el monomando un poco más a la izquierda… nada, que me sigo quemando, otro poco más a la izquierda… yyyy, ¡sí señor! Ahí está Would en la ducha en coreografía de salto, brinco, taco, salto, salitito mariquita, gritito de puta, y frotamiento en la piel enrojecida en plan
poco hecha por favor, para calmar el escozor.
Me visto, llamo a un taxi para que venga a recogerme y bajo a la calle. Pasa el tiempo y hace fresco, mi reloj echa humo y el avión no espera. Pasa el tiempo, pasa el tiempo, sigue pasando el tiempo... y yo allí con mi flor como un gilipollas, madre.
Ya no pasa el tiempo, ahora el que pasa soy yo, y mayormente del taxi que había llamado porque me subo al primero que pasa, que además resulta ser de la competencia, así que entro y pronuncio un bajito ¡Te jodes!, cuando me cruzo 50 metros más adelante con el que iba a recogerme y que llegaba 15 minutos tarde. Luego me ha dado cargo de conciencia y he llamado para anular el servicio. En el fondo soy un blando.
En el aeropuerto me he encontrado con “el paquete”, pero “el paquete” en plan DHL, que a mi los otros ni fú ni fá. Nos hemos subido al avión y yo, como siempre, me he quedado dormido antes de despegar. Solo he abierto un ojo para hacer una señal a la azafata, una clara que quería decir: “Quiero que me traigas el Marca antes de que se agote y el croissant antes de que se ponga duro”. Psé, uno que ha jugado mucho al mus y tiene mucha expresividad en lo ojos…
Allí, en Almería, mangas de camisa, humedad y buen rollo. No ha habido mucha sorpresa cuando, en el despacho del visitado he visto una foto de Bisbal enmarcada y colgada de la pared donde podía haber estado la del Rey.
¡Éeto eé increíble! Triple tirabuzón con mortal carpado y patada de Bisbal.
Sopor máximo hasta la hora de comer, en la que he aprovechado que no tenía mucha responsabilidad en la visita para beberme 2 cañas, comerme medio cochinillo y tomarme un chupito de ron miel. Podría haber aprovechado aún más, pero no entono bien el Asturias Patria Querida y no quería quedar en mal lugar, que uno tiene una reputación que mantener, o eso cree.
Por la tarde no sé si ha pasado algo o no, porque yo he tenido suficiente con concentrarme en sacar decimales de PI para no golpear la mesa de reuniones y abrirla por la mitad de un cabezazo.
De vuelta a Madrid me he conectado a Internet y he pensado, ¡qué carajo!, ¿quién decía que no da de sí un día en el que no pasa nada?