Vuelvo a tener esto lleno de matojos de lo poco que me paso por aquí para cuidarlo. En fin.
Desde que escribí mi última entrada, he visto algunas cosas muy hinchadas que me han llamado la atención, y no han sido solo los precios de la leche, del pan, y de los cereales:
- El fin de semana del puente del Pilar, mientras en Madrid desfilaban las Fuerzas Armadas honrando al pasar a la altura de Colón al Rey del que quemaban fotos en Cataluña, aproveché para salir junto a otro millón largo de madrileños rumbo al norte, a Galicia, donde hacía un clima de final de verano mientras en Calpe la gente perdía sus coches y casas por las riadas. ¡Qué polarizado está todo!
Estuve en O Grove, en la XLIV Festa do marisco invitado como siempre, en casa de unos buenos amigos. Muchas navajas, muchos berberechos, muchas nécoras (más de 40 para 8), pocos percebes a muchos euros, algún centollo, y algún buey. También muchos mejillones, que por no haber podido ser recogidos antes por las cenizas de los incendios, habían crecido hasta convertirse en gigantes.
Esta es la foto de un mejillón medalla de oro. Lo sujeta mi mano, que es más o menos la de un humano normal. Me lo tuve que comer en tres bocados:
Nota: Dícese mejillón también de aquel que come mierda, generalmente por cuenta ajena.
- Cristina Kirchner. Iba a empezar diciendo que no me gustaba su nombre porque creía que se llamaba Laura, pero al comprobar en Google que se llama Cristina se me ha venido el argumento abajo.
Acaba de ganar las elecciones argentinas, elecciones que probablemente hayan dado en otra presidencia populista y ladrona. Dios y Maradona (valga la redundancia) quieran que no. Por cierto, este fin de semana he escuchado que un euro vale cuatro veces más en Buenos Aires que en Madrid, por si queréis ir de viaje.
Lo que me ha llamado la atención de esta mujer es lo poco original que me resulta su discurso, y lo hinchada que tiene la cara. No sabría decir el número de cirugías faciales a las que se ha sometido, pero lo que no puede ocultar es que a algún cirujano y a algún camello de botoína ha hecho ricos.
Esta es su evolución natural: De cuando era joven, pasando por cómo está ahora, y llegando a cómo acabará cuando el tema de la cirugía se le haya ido de las manos y se haya gastado en bisturí los impuestos de los argentinos y lo que le haya robado a REPSOL.
- La última hinchazón de hoy es la de mis pelotas por vivir en un barrio bohemio y cinematográfico, que no me permite aparcar el coche el domingo y olvidarme de él hasta el viernes porque cada 4 días pasa algún director titiritero, con su troupe de titiriteros y acnéicos actores y técnicos, con una orden de alejamiento firmada por el Alcalde para que retire mi coche porque no da bien en cámara.
Y si no paso cada día a ver qué tal está mi auto y a darle el beso de buenas noches, me puedo encontrar con que me lo han secuestrado como si fuese una niña abandonada en casa puesta hasta arriba de barbitúricos. Y además pagaría multa.
Para terminar, y en honor a mi gracioso estado anímico de hoy, inauguro una sección:
Afirmación gratuita de hoy: Odio a Sarah Jessica Parker.
Tuesday, October 30
Thursday, October 18
Masters Series
Vuelvo ahora de ver el Masters Series de Tenis de Madrid. Ha jugado Rafael Nadal contra otro que no era nada malo y que al final me ha caído hasta simpático porque se le veía entregado a la derrota desde antes de empezar el partido.
Nadal es más alto y está más fuerte de lo que parece viéndole por la tele, donde además no parece ni bocazas ni engreído, por lo que resulta más simpático y se aproxima más al perfil de cualquier jugador de la selección española de baloncesto que a Fernando Alonso y que a Raúl, quien por cierto andaba por allí en lugar de estar jugando con la selección.
También estaban allí Aznar, Gallardón, la Botella, Pilar del Castillo, y Álvarez del Manzano. Mucho pepero y ningún sociata. Muchas perlas, mucho jersey de nudos, y mucha pulsera de cuero, hilo e incluso conchas, por lo que sumado a lo anterior, he confirmado que el tenis es un deporte muy de burgués y poco del taxista, del fontanero, y del currante borracho con los que voy los domingos al Bernabeu. ¿Es esto mejor o peor? Es distinto, pero a mí me gustan más las pijas que las barrigotas de mis vecinos de butaca.
Respecto a lo textil, gente como la que había hoy en el tenis tiene el peligro de que en cuanto quieren llevar un punto más allá su uniforme de pijo se pierden con facilidad y se convierten en unos horteras de cuidado, tan asentados de generación en generación están los náuticos, la camisa Oxford azul y los pantalones caquis de pinzas. A mí, que tengo un par de cada de lo anterior, me parecía que había muchos más imitadores de Beckham y Cristiano Ronaldo que los necesarios. ¿Para cuándo las imitadoras de la Britney borracha y deconstruida?
Al tenis, como a los toros, va la gente que tiene mucho dinero y los que tenemos buenos contactos, como mi hermano, que ha sido quien me ha conseguido la entrada VIP. Gracias a esta entrada hemos accedido a los salones de Telefónica, Lacoste y Mahou donde daban bebida y comida a cascoporro. Allí nos las hemos tenido él y yo en un duelo de canapés a dos manos que ha incluido salmorejo, callos y marmitaco. Muy jet nos ha quedado eso. Además, por el mismo precio, uno podía pasar al salón de peluquería donde te lavaban, cortaban y peinaban, que es otra cosa de los ricos que junto al Bentley de José Luis Moreno me ha gustado más.
Durante el partido me ha puesto un poco nervioso lo graciosa que se siente alguna gente por gritar en los silencios los chistes que tan ingeniosos les parecen cuando los ensayan en privado: “Vamos Alonso”, “Vamos Raúl”, “Rafa, quiero un hijo tuyo”, y “Aznar, vuelve que nos arruinan” son algunas de las ocurrencias lanzadas. También me he dado cuenta de lo efectiva que fue la campaña de ColaCao con Nadal, porque otra de las consignas más repetidas ha sido “¡Vaya ColaCao!”
¡Qué vergüenza ajena, de verdad! En el fútbol, como gritas junto a otras 90.000 personas, da igual lo que digas porque no se te oye, pero esto es como tirarse un pedo en misa.
Dejo aquí la evidencia de haber estado. Es una foto que podría haber hecho cualquiera, pero que yo sé que es mía y por eso me gusta.
Yo estuve allí. Yo no grité “Nadal, guapo”.
Nadal es más alto y está más fuerte de lo que parece viéndole por la tele, donde además no parece ni bocazas ni engreído, por lo que resulta más simpático y se aproxima más al perfil de cualquier jugador de la selección española de baloncesto que a Fernando Alonso y que a Raúl, quien por cierto andaba por allí en lugar de estar jugando con la selección.
También estaban allí Aznar, Gallardón, la Botella, Pilar del Castillo, y Álvarez del Manzano. Mucho pepero y ningún sociata. Muchas perlas, mucho jersey de nudos, y mucha pulsera de cuero, hilo e incluso conchas, por lo que sumado a lo anterior, he confirmado que el tenis es un deporte muy de burgués y poco del taxista, del fontanero, y del currante borracho con los que voy los domingos al Bernabeu. ¿Es esto mejor o peor? Es distinto, pero a mí me gustan más las pijas que las barrigotas de mis vecinos de butaca.
Respecto a lo textil, gente como la que había hoy en el tenis tiene el peligro de que en cuanto quieren llevar un punto más allá su uniforme de pijo se pierden con facilidad y se convierten en unos horteras de cuidado, tan asentados de generación en generación están los náuticos, la camisa Oxford azul y los pantalones caquis de pinzas. A mí, que tengo un par de cada de lo anterior, me parecía que había muchos más imitadores de Beckham y Cristiano Ronaldo que los necesarios. ¿Para cuándo las imitadoras de la Britney borracha y deconstruida?
Al tenis, como a los toros, va la gente que tiene mucho dinero y los que tenemos buenos contactos, como mi hermano, que ha sido quien me ha conseguido la entrada VIP. Gracias a esta entrada hemos accedido a los salones de Telefónica, Lacoste y Mahou donde daban bebida y comida a cascoporro. Allí nos las hemos tenido él y yo en un duelo de canapés a dos manos que ha incluido salmorejo, callos y marmitaco. Muy jet nos ha quedado eso. Además, por el mismo precio, uno podía pasar al salón de peluquería donde te lavaban, cortaban y peinaban, que es otra cosa de los ricos que junto al Bentley de José Luis Moreno me ha gustado más.
Durante el partido me ha puesto un poco nervioso lo graciosa que se siente alguna gente por gritar en los silencios los chistes que tan ingeniosos les parecen cuando los ensayan en privado: “Vamos Alonso”, “Vamos Raúl”, “Rafa, quiero un hijo tuyo”, y “Aznar, vuelve que nos arruinan” son algunas de las ocurrencias lanzadas. También me he dado cuenta de lo efectiva que fue la campaña de ColaCao con Nadal, porque otra de las consignas más repetidas ha sido “¡Vaya ColaCao!”
¡Qué vergüenza ajena, de verdad! En el fútbol, como gritas junto a otras 90.000 personas, da igual lo que digas porque no se te oye, pero esto es como tirarse un pedo en misa.
Dejo aquí la evidencia de haber estado. Es una foto que podría haber hecho cualquiera, pero que yo sé que es mía y por eso me gusta.
Yo estuve allí. Yo no grité “Nadal, guapo”.
Saturday, October 6
John from Cincinnati
Recuperada la conexión a Internet después del verano, he retomado también mi pasión por las series de televisión extranjeras. ¿Por qué extranjeras? Porque igual que cuando uno se empacha con algún alimento luego no puede ni verlo, cuando uno ha visto alguna temporada de Médico de Familia ya no puede ver ni cinco minutos de ninguna otra serie española.
Además de la enésima temporada de alguna de estas series extranjeras, también me gusta ver los primeros episodios de otras para averiguar si merece la pena engancharse a ellas. En la última semana he visto la "premiere" de Bionic Woman (no se salva ni por la aparición de la "Starbuck" de Galactica), Pushing Daisies (promete muy buenos momentos), y John From Cincinatti.
A ésta última serie de David Milch (Deadwood) definida como un drama "surf-noir", se le encargó la imposible misión de sustituir a Los Soprano en la parrilla americana, y el descalabro fue tal que HBO decidió no continuar con ella después del décimo y final episodio de la primera temporada.
¿Tan mala era? Pues no. Después de haber visto los 6 primeros episodios, resumiría la serie como un drama acerca de las relaciones humanas dentro de una familia para la que la vida es el surf, con un toque sobrenatural que últimamente parece ligado al éxito (Heroes, Lost…), y personajes definidos al milímetro e interpretados con la misma precisión. Un producto muy digno de la cartera de HBO.
Después del segundo episodio decidí ver la serie completa por las siguientes razones:
- No hay imágenes de surf en casi ningún episodio, y cuando las hay duran menos de 2 minutos. Seamos sinceros, el surf en España se lleva menos que tatuarse los pezones, y una serie en plan Vigilantes de la Playa con mucha música de los Beach Boys sería un producto destinado a rellenar los huecos de la Teletienda.
- En cuanto a la música, éste es un aspecto en el que la serie destaca notablemente. TV On The Radio, Kasabian, Muse, My Chemical Romance y John Coltrane son algunos ejemplos de lo que puede escucharse. Ésta es la entradilla de la serie, la canción es “Johnnie Appleseed” interpretada por Joe Strummer & The Mescaleros.
También creo que es mejor que no se alargue porque no sé cómo podría darse continuidad al personaje protagonista de John (alguien sin ningún cerebro pero con un “don”), y para prórrogas patéticas y sin sentido ya tenemos Prison Break.
Quien pueda, que la vea.
Además de la enésima temporada de alguna de estas series extranjeras, también me gusta ver los primeros episodios de otras para averiguar si merece la pena engancharse a ellas. En la última semana he visto la "premiere" de Bionic Woman (no se salva ni por la aparición de la "Starbuck" de Galactica), Pushing Daisies (promete muy buenos momentos), y John From Cincinatti.
A ésta última serie de David Milch (Deadwood) definida como un drama "surf-noir", se le encargó la imposible misión de sustituir a Los Soprano en la parrilla americana, y el descalabro fue tal que HBO decidió no continuar con ella después del décimo y final episodio de la primera temporada.
¿Tan mala era? Pues no. Después de haber visto los 6 primeros episodios, resumiría la serie como un drama acerca de las relaciones humanas dentro de una familia para la que la vida es el surf, con un toque sobrenatural que últimamente parece ligado al éxito (Heroes, Lost…), y personajes definidos al milímetro e interpretados con la misma precisión. Un producto muy digno de la cartera de HBO.
Después del segundo episodio decidí ver la serie completa por las siguientes razones:
- No hay imágenes de surf en casi ningún episodio, y cuando las hay duran menos de 2 minutos. Seamos sinceros, el surf en España se lleva menos que tatuarse los pezones, y una serie en plan Vigilantes de la Playa con mucha música de los Beach Boys sería un producto destinado a rellenar los huecos de la Teletienda.
- En cuanto a la música, éste es un aspecto en el que la serie destaca notablemente. TV On The Radio, Kasabian, Muse, My Chemical Romance y John Coltrane son algunos ejemplos de lo que puede escucharse. Ésta es la entradilla de la serie, la canción es “Johnnie Appleseed” interpretada por Joe Strummer & The Mescaleros.
- Siento debilidad por los personajes llenos de rarezas: unos matones de Hawai con más de 50 años y tomando el sol con papel de plata para conservar el moreno; un expolicía que hace lo que su periquito "le dice" que haga; un premiado por la lotería frenopático y con tendencias suicidas; un surfista yonki con implantes metálicos en la cabeza que le echan humo cuando se coloca, otro que levita sin control…
- Además de tener un sabor agridulce muy agradable, las actrices son todas guapísimas.
- Además de tener un sabor agridulce muy agradable, las actrices son todas guapísimas.
También creo que es mejor que no se alargue porque no sé cómo podría darse continuidad al personaje protagonista de John (alguien sin ningún cerebro pero con un “don”), y para prórrogas patéticas y sin sentido ya tenemos Prison Break.
Quien pueda, que la vea.
Wednesday, October 3
Okupa
Hace un par de semanas, a eso de las 4 de la mañana, oí un ruido estrepitoso acompañado de un tintineo de objetos que caían al suelo, que venía de la única habitación que tiene la casa, el baño. Teniendo en cuenta que duermo a una altura de un metro ochenta del suelo, que cada vez que subo y bajo de la cama me juego la vida, y que guardo la tabla de planchar detrás de la puerta del baño, y lo más probable era que se hubiese vencido, mi reacción se limitó a gruñir: “Oder gué susto” y darme media vuelta con forma de 4 en la cama.
Al día siguiente, cuando me levanté para ir a trabajar, bajé de la cama haciendo un triple mortal hacia delante, que es lo que me gusta hacer cuando no bajo por las escaleras, y tras hacer un aterrizaje perfecto, lo que me encontré en el baño fue esto:
El lavabo había caído por su propio peso, como las manzanas sobre la cabeza de Newton y los planes de educación del Gobierno o cualquier otra teoría absurda. Esto, la caída del lavabo, ha provocado que hayamos tenido que cortar el agua del baño, que por lo tanto no tengamos ducha, y que además periódicamente huela a cloaca. Ante tal cúmulo de calamidades, mientras yo me he hecho fuerte en casa de Berlín, ella ha decidido irse a casa de sus padres hasta que lo arreglen.
A la gracia fácil de que yo me quedo porque no me ducho y por lo tanto ni necesito el agua ni diferencio mi olor corporal del que sale del baño, he de enfrentar que la sencilla razón por la que he permanecido aquí es porque para ducharme voy todos los días al gimnasio y que esto se ha convertido en la motivación extra que antes no encontraba.
El caso es que en estas dos semanas que llevo viviendo solo me encuentro bien. Vamos, que me estoy gustando. Me veo estupendo en mi papel de ermitaño, gritándole al del Círculo de Lectores a través del telefonillo que se vaya a tomar por el culo con sus putos libros, dando golpes en la pared cuando follan los vecinos, y limpiándome los pies en los felpudos de los demás.
Mientras no llamo a ningún fontanero para que me arregle el baño, me voy lavando los dientes en la pila, me aseo como los gatos, y estoy pensando cambiar la cerradura de la puerta, que cualquier día de estos vuelve Berlín por casa y me estropea el plan.
Al día siguiente, cuando me levanté para ir a trabajar, bajé de la cama haciendo un triple mortal hacia delante, que es lo que me gusta hacer cuando no bajo por las escaleras, y tras hacer un aterrizaje perfecto, lo que me encontré en el baño fue esto:
El lavabo había caído por su propio peso, como las manzanas sobre la cabeza de Newton y los planes de educación del Gobierno o cualquier otra teoría absurda. Esto, la caída del lavabo, ha provocado que hayamos tenido que cortar el agua del baño, que por lo tanto no tengamos ducha, y que además periódicamente huela a cloaca. Ante tal cúmulo de calamidades, mientras yo me he hecho fuerte en casa de Berlín, ella ha decidido irse a casa de sus padres hasta que lo arreglen.
A la gracia fácil de que yo me quedo porque no me ducho y por lo tanto ni necesito el agua ni diferencio mi olor corporal del que sale del baño, he de enfrentar que la sencilla razón por la que he permanecido aquí es porque para ducharme voy todos los días al gimnasio y que esto se ha convertido en la motivación extra que antes no encontraba.
El caso es que en estas dos semanas que llevo viviendo solo me encuentro bien. Vamos, que me estoy gustando. Me veo estupendo en mi papel de ermitaño, gritándole al del Círculo de Lectores a través del telefonillo que se vaya a tomar por el culo con sus putos libros, dando golpes en la pared cuando follan los vecinos, y limpiándome los pies en los felpudos de los demás.
Mientras no llamo a ningún fontanero para que me arregle el baño, me voy lavando los dientes en la pila, me aseo como los gatos, y estoy pensando cambiar la cerradura de la puerta, que cualquier día de estos vuelve Berlín por casa y me estropea el plan.
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